Galopamos durante gran parte de la noche por caminos poco transitados de tierra y por donde el carro de la mula pudiera pasar.Paramos un momento a la vera del río cuando pensamos que ya estábamos lo suficientemente lejos de la casa que ya debía de estar calcinada.
Era un lugar bello, incluso de noche, donde sólo la luz de una luna creciente nos alumbraba, reflejándose en el agua que corría por el río. De vez en cuando se escuchaba el chapoteo de algún que otro pez, y el sonido de las hojas moverse y caerse por el viento al suelo, donde la hierba era mullida.
Dejamos beber a los caballos y a la mula, la cual parecía agotada. Estaba seguro de que no había corrido tanto en mucho tiempo.
Nosotros bebimos un poco de agua también. Estaba fría. Eso logró despejarme un poco las ideas y pensar con más claridad. Ya estaba lo bastante despierto y aunque quisiese dormir, no lo hubiese logrado. Sophie nos tendió a todos un poco de pan para comer y reponer fuerzas. Lo agradecí bastante, ya que de tanto galopar mi herida comenzó a resentirse.
Todos estaban cansados y ninguno dijo palabra durante aquellos minutos de descanso. Quizás ellas estuvieran afectadas por la pérdida de su vivienda, o tal vez no supieran a donde ir, o quién sabe, tal vez simplemente no querían hablar. Por su parte, Robert, era el que se miraba más cansado de los cuatro. Respiraba lenta y profundamente, con los hombros caídos. Se había sentado en el suelo, como e resto, mientras los animales pastaban gustosamente la hierba. Tenía la miraba pérdida en los reflejos del agua y de vez en cuando sus párpados se le caían.
Pasados unos minutos que se hicieron eternos, nos levantamos y volvimos a galopar por los senderos perdidos de los bosques del Reino.
Bajamos la velocidad al llegar a la cercanía de un pueblo, pasando por un puente antiguo de piedra. Fue entonces cuando me decidí a romper el silencio tan tenso e incómodo en el que nos encontrábamos.
-¿A dónde vamos?- pregunté.
Nadie se giró a contestarme. Sophie llevaba la misma capa negruzca con la que había llegado a medianoche y Evey llevaba otra del mismo estilo, pero de un tono rojizo, ambas con las capuchas puestas. Robert estornudó y no hubo más respuesta que esa.
Resoplé.
-¿Por qué llevamos a la mula si nos retrasa?- Silencio - Porque tenemos prisa, ¿no?
Silencio de nuevo.
Roté los ojos, pensativo e irritado, ¿por qué no querían contarme nada?
Las primeras luces del alba comenzaban a vislumbrarse en la línea del horizonte, tragándose las estrellas más cercanas y débiles ésta. Era una vista bonita, como una batalla entre la noche y el día que se repetía incesante día tras día y que por suerte, nosotros teníamos el placer de verlo cuantas veces quisiéramos.
Suspiré. Repasé lo ocurrido mentalmente, intentando no perder detalle. La noche animada con Robert, el grito de Sophie, el misterioso hombre que escapó, la precipitada huida...
De aquel entonces comencé a sospechar muchas cosas. Cosas, que no me atrevía a mencionar en alto pero que tampoco podía quitarme de la cabeza, preguntándome si serían verdad. Por una parte quería que no lo fueran, pero por otro lado, a una parte de mí no le parecía tan descabellado todo aquello, me sorprendió darme cuenta de que aquella idea me llegaba a gustar.
Llegamos a un pueblo, compuesto por granjas de ganado y casas rústicas de madera. El olor a cabra y a vaca era profundo. Pude apreciar que también tenían cultivos de los cereales básicos, alternándose entre ellos con campos en barbecho.
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La sombra de él.
AventuraÉl lo tuvo todo en sus manos para perderlo, acabando por ser el "estercolero". Pero eso pronto cambiaría cuando decidió coger las riendas de su destino y cambiar el reino que una vez tanto quiso.