Las primeras débiles y adormiladas luces del alba me despertaron, acariciando grácilmente mi piel. Fui el primero en despertarme de los dos que aún dormían.
Decidí levantarme, tratando de hacer el mínimo ruido posible, aunque fue una misión imposible: el suelo crujía bajo mis pies a cada paso que daba, por muy despacio que fuera. Evey se removió entre las ásperas mantas, dejando ahora a la vista su fino rostro.
Y sonreí. No sé el porqué, pero verla así, tan tranquila, plácidamente dormida...
Una bajada en la intensidad de la luz solar me quito de mis pensamientos, haciendo que mi sonrisa se esfumara.
Agité mi cabeza. Debía lavarme la cara con agua y despejarme del todo.
Fuera de la habitación estaba Sophie, montando guardia.
Seguía mirando al frente cuando me pareció que sus labios se hacían más finos, sutilmente, convertidos en una tímida sonrisa. ¿Estaba sonriendo Sophie?
Parpadeé aún adormilado, pero aquella sonrisa ya no existía.
¿Me lo he imaginado...?
—Buenos días — traté de decir lo más claro con mi voz aún ronca. Ella me correspondió con otro "Buenos días" melodioso.
Baje al baño, que no era más que una habitación de escaso tamaño, llena de moho por todas las esquinas y con un olor fétido que no hacía más que provocarte nauseas. La madera no crujía de lo podrida que estaba, ya que, además de que el suelo siempre estaba encharcado, la luz que la ventana proporcionaba era escasa.
Suspiré tratando de aguantar las arcadas que subían por mi garganta, quemándomela.
Entre aquellas cuatro paredes sólo había dos cubos: uno con agua helada para asearte y otro para hacer tus necesidades y tirarlas por la ventana.
Lavé mi cara y me sequé con mis sucias ropas. Traté de salir de allí lo más rápido posible.
Subí pocos minutos más tarde y Sophie seguía en el mismo lugar, parada frente la puerta. Visto así, podríamos llamar mucho la atención, pero decidí comentarlo más tarde. La saludé con una inclinación leve de cabeza cuando pasé a su lado y ella me correspondió. Desde el pasillo se escuchaban los sollozos de un perro y a Evey maldiciendo con palabras que se mezclaban con las siguientes que su boca escupía, haciendo imposible entenderlas.
Abrí la puerta y el sonido se intensificó. Allí estaba Evey curando al pobre animal, que era sujetado firmemente por Robert. No me di cuenta de que Sophie había entrado detrás de mí, cerrando con suavidad la puerta.
Me giré alarmado al notar una mano sobre mi hombro, que resultó ser la suya, antes de que ella comenzase a hablar.
—Veo que vas bien, Evey —afirmó—. Sólo espero que no se infecte por hacerlo en un lugar tan asqueroso como este.
—Si esperábamos más podría morir... —Aclaró la otra con lástima.
En ese momento, el perro se revolvió aún más entre las manos de Robert, pero no fue capaz de zafarse de su agarre. Sophie se puso de cuclillas al lado del perro y acarició su cabeza con ternura, para irse acercando cada vez más al cuello. El animal pareció calmarse hasta darse cuenta de que ella le estaba quitando el collar para conseguir el papel.
Comenzó a ladrar, gruñir y enseñar los dientes. En animal se convirtió en bestia el tiempo que nuestra compañera tardó en volverle a poner el collar alrededor de su peludo cuello. Tuve que ayudar a sujetarlo, ya que Robert no hubiera podido solo ante las sacudidas de la fiera.
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La sombra de él.
AdventureÉl lo tuvo todo en sus manos para perderlo, acabando por ser el "estercolero". Pero eso pronto cambiaría cuando decidió coger las riendas de su destino y cambiar el reino que una vez tanto quiso.