Capítulo 11 ~ Camino por recorrer

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La noche iba venciendo al día y los primeros luceros del cielo nocturno lo iban adornando.

El crepúsculo... un momento del día único, mágico. Me encantaba perder la mirada entre todos aquellos colores que se formaban, los cambios de luz, las sombras...

De niño, alguien me había dicho que el crepúsculo es el momento en el que las almas de los que ya no están con nosotros vuelven una vez más para admirar la belleza de aquel anochecer, para volver a ver a quienes amaron o simplemente para intentar sentirse una vez más vivo. Era un momento mágico pero a la vez oscuro, bello pero siniestro, curioso pero aterrador. A mí, simplemente, me fascinaba y me atrapaba.

El anochecer me hacía sentirme quizás más cerca de quienes me dejaron. No me sentía triste, sino sereno y tranquilo. Podía apreciar aún más la hermosura del mundo con aquella tonalidad que se me mostraba. Todo parecía distinto en aquel instante, se sentía diferente, hasta el aire acariciaba la piel de otra forma.

Pero todo tiene su fin, y la noche se cernió sobre nosotros. Robert prendió una de las antorchas que eran agarradas por piezas circulares de metal, que habían sido atornilladas a la madera del carruaje. Yo hice lo mismo con la antorcha de mi lado, encendiéndola con una cerilla.

Estábamos ya a menos de la mitad del camino. Los pasos de los caballos se hicieron más sonoros cuando dejamos el camino de tierra y comenzamos uno de piedra. Era una ruta comercial bastante usada por los vendedores errantes y por los viajeros que preferían usar una vía rápida pero menos atractiva para llegar a su destino.

Al cabo de unos minutos, una figura iluminada por una lámpara de aceite apareció a lo lejos. Inmediatamente me tensé. Lo más seguro es que fuera un comerciante, pero no podía bajar la guardia.

La persona en concreto iba acompañado por un buey, el cual tiraba de un carro tapado con tela de saco. Éste, al pasar a nuestro lado, levantó su sombrero como saludo, que sólo fue devuelto por el conductor de nuestro carruaje. Hecho esto, siguió su camino.

Llegamos bien entrada la noche al alojamiento aliado. Paramos justo delante de la puerta, para que Evey y Sophie bajaran. La última de éstas fue la primera en bajar. Robert y yo ya habíamos bajado de nuestros respectivos caballos y nos situábamos a ambos lados del carruaje.

—Evey está profundamente dormida. No conviene despertarla, sino puede que no vuelva a dormir en toda la noche y necesitamos fuerza para lo que nos pueda venir mañana — me susurró Sophie. En pocos segundos ya había entrado a la taberna con Robert a escasos pasos de ella.

Suspiré y entré en el carruaje. Efectivamente, Evey estaba profundamente dormida. Me quedé unos instantes quieto, pensando cuál sería la mejor forma de cogerla para no estropear su sueño. Me acerqué a ella con cuidado de no hacer ruido. Arrimé su cabeza a mi hombro y pasé uno de mis brazos por debajo de sus piernas y la otra por debajo de unos de sus brazos. La cargué entonces, moviéndome con cuidado de que su cabeza no se cayera para otro lado que no fuera mi hombro.

Salí agachándome por la pequeña puerta de madera y el hombre que había conducido el carruaje me despidió con a mano y se fue a dejar todo en los establos.

Entré en el alojamiento, que resultó no ser más que una taberna con unas pocas habitaciones en su segunda planta, que olía a aceite y a cerveza. Pese a ser tan tarde, aún había borrachos bebiendo y riendo a carcajadas, sin casi poder decir una palabra bien pronunciada. En una de las esquinas de la taberna, había varias personas jugando a las cartas, mientras que bebían y apostaban algo de dinero en sus siguientes jugadas.

El grito de uno de los bebidos se elevó por encima de la algarabía y Evey se removió un poco entre mis brazos, temiendo que se fuera a despertar. Miré a los lados, buscando las escaleras por donde subir al segundo piso. Tras una rápida ojeada las hallé en una de las esquinas.

La sombra de él.Where stories live. Discover now