Robert caminó con la espada en alto hasta la puerta principal, de donde provenía el chillido. Mientras, yo me había colado en la cocina y me armé con el cuchillo más afilado que pude ver en esos escasos segundos.
Salí al pasillo y vi a Evey, con su pijama blanco. En las mangas y en los tobillos tenía encaje. Era holgado, pero se ajustaba en su cadera antes de acabar la camiseta de su pijama.
Fue luego cuando me fijé que llevaba una espada en sus manos.
Robert hizo una señal y dio una patada a la puerta, haciendo que esta se abriera de golpe.
La imagen que mis ojos captaron me sorprendió: Allí estaba la otra mujer, armada con un arco que apuntaba hacia un caballero que trataba de huir. La flecha silbó cortando el viento de la noche y dio en el hombro del hombre, el cual se revolvió en su caballo sin dejar de galopar.
Ella lanzó una maldición por lo bajo; su objetivo ya estaba muy lejos y no podría alcanzarle.
Se giró cogiendo aire para decir algo, pero se paralizó al vernos ahí de pie amontonados en la puerta, tan sorprendida como nosotros. No sé cuanto tiempo estuvimos los cuatro mirándonos, confusos, hasta que Evey lanzó un grito ahogado, dejó la espada apoyada en la pared y corrió hacia la otra. Inmediatamente, levantó la negra capa de su amiga y tanto Robert como yo abrimos aún más los ojos.
-¡Te dije que tuvieras cuidado!- Escupió Evey, enfadada. La otra suspiró mirando a otro lado. - ¡ Y tú me lo prometiste, Sophie!- Hubo un silencio incómodo, que se rompió cuando la espada de Evey resbaló por la pared y cayó al suelo. Robert me dio un golpe en el hombro, se agachó, recogió la espada y entró en la casa. Sin embargo, yo no entré. Me quedé observando la escena que Evey estaba montando, sin poder moverme.
-Mírate, Sophie... ¡Mírate! Tienes la ropa carmesí- Bajó la cabeza.- Te han herido de nuevo. Si sigues así lograrán matarte.
-Evey, sabes bien que no.- Puso su mano en el hombro de Evey.-Nunca lo lograrán por que yo tengo un objetivo y lo voy a cumplir. - La otra parecía querer decir algo, pero Sophie no la dejó hablar- Es sólo un rasguño, no es nada. En unos días estoy como nueva, recuerda que aunque sangre mucho no significa que sea grave. - Le sonrió.
-Entremos... puede que necesites puntos.-Dijo Evey en voz baja.
En ese momento ambas me miraron. Yo balbuceé varias veces y entré sin saber qué decir. Dejé el cuchillo en la cocina y entré en mi habitación.
Caminé a oscuras por ella, hasta llegar a la cama. Palpé la mesilla de noche y logré coger una cerilla y encenderla. Busqué una de las velas que me habían dejado y cuando encontré una de ellas, la encendí. Justo en ese momento, alguien tocó mi hombro, sobresaltándome hasta tal punto que pegué un pequeño salto en la cama.
-¡Por lo que más quieras, Robert!- Grité. Ladeé la cabeza y relajé los hombros- No vuelvas a hacer eso.
-Perdona que no llamara a la puerta, Lebrel. Tenemos mucho de lo que hablar.
Mi amigo estaba serio y su mirada clavada en la mía.
-Bien, pues hablemos...- Le hice un gesto para que se sentara también en la cama, pero él no lo hizo, sino que abrió una de las cortinas y miró por la ventana, a la que dábamos la espalda.
-Sé que aquí hay muchas cosas que no sé, Robert. ¿Qué es eso tan importante que me tienes que contar?- Vi que era la oportunidad para que me dijera lo que fuera que me sacaba de quicio y que notaba que me ocultaban. Ahora sí estaba seguro. Después de la conversación entre Evey y Sophie, las dudas de Robert... había gato encerrado e iba a liberarlo.
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La sombra de él.
AdventureÉl lo tuvo todo en sus manos para perderlo, acabando por ser el "estercolero". Pero eso pronto cambiaría cuando decidió coger las riendas de su destino y cambiar el reino que una vez tanto quiso.