Cuando salimos de clases, me encontré solo una vez con el JP y seguía con su bufanda puesta, me moría de ganas de saber que mierda le había inventado a la coneja.
-Josefita... ya olvidaste a tu amigo. – se me acercó el Felipe.
Pensé que las mariposas me harían cagar la guata, pensé que vomitaría amor, o que se me pondría la piel de gallina porque se acercó así de sexy, pero no. Hasta me dio risa.
Me volví inmune a los encantos de los hombres.
-Josefa, necesitamos hablar – escuché pero no era el Felipe.
Mierda, mierda, mierda.
-¿Q-qué? – lo miré y de cerca ni la bufanda le tapaba el chupón. – N-no tenemos nada que hablar los do...dos.
Tartamuda culiá, cálmate.
-Está conmigo, Juan. ¿Te podís ir? – le dijo el Felipe. – Ya nos jodiste la onda, de nuevo.
El JP lo miró pero no le digo nada, me volvió a mirar a mi como pidiendo una respuesta.
-Ya te lo dije – lo miré mal – no tenemos nada de hablar.
-¿De verdad? ¿Nada? – me preguntó achorandose.
-Nada. – las piernas me estaban fallando, en cualquier rato me desmayaba.
-¿Nunca más nada? – siguió preguntando.
Puta el weón drástico.
-Nunca más nada, juan pablo. – le respondí, el me hizo una seña y se fue.
UUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUF. Boté todo el aire retenido- el peo también – y me relajé.
Mi vilvi inmini i lis incintis di lis himbris. Sí, claro.
-¿Todo bien? – me preguntó el Felipe, le sonreí asintiendo. - ¿Te motivas hoy a la tarde a ver películas en mi casa?
La pensé. Igual estaría bien distraerme un poco, y el Felipe era súper apañador en ese sentido, así que acepté.
Nos despedimos y me fui a mi segunda clase, educación física. Ay si muero de amor, me encanta educación física, sí.
Me encanta correr y se me muevan las tetas como locas.
Me encanta bañarme en el camarín con esqueléticas.
Me encanta escuchar a los morbosos de mis compañeros.
Me encanta educación física.
¿Me puedo casar con educación física?
Corrí hasta los camarines para no quedarme sin ducha, habían unos trajes en una caja pero no pesqué mucho las hueás. Me senté en la banca a esperar el timbre.
-¡Weón sí, pura pasión! – escuché la voz de la coneja y me metí a un baño. Tan laucha, Josefa culiá miedosa.
-¡Amiga erís seca! – le gritaron sus "amigas". Que varias veces las he pillado pelando a la coneja.
Escuché unas risas, mientras las otras se cambiaban de ropa, lo único que quería era que tocaran el timbre para camuflarme con todas las weonas.
-¡¿Y estos trajes de baño?! – gritó la Javiera – ¡Weonas agarren los S! ¡Escóndanlos, para dejar a las otras weonas con los más grandes! Sobre todo a la Josefita.
-Amiga quizás...
-Nada de "quizás" esa Jooebesa se lo merece; seguro le quedarán buenos a la ballenita. – se rieron.