El andante.

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Después de mi piscinazo XXX todos los weones me miraban raro, como buscando mis tetas... me daban ganas de pegarle a todos los depravados culiaos.

Lo único bueno de esto fue que conocí mejor al Felipe, y me di cuenta de la clase de amigo que es el JP.

Iba camino a almorzar, era Miércoles por lo qué todos se quedaban a almorzar. Que paja.

-Tijeris. – pasó la coneja riéndose de mi.

Evité decirle cualquier hueá porque me di cuenta de:

1) Mientras más bola le doy a la weona, más pesada se pone.

2) No me siento orgullosa de lo que hice con el JP.

Así que cuando pasó me quedé callada y seguí esperando en la fila. Conversé un poco con el weón que estaba adelante mío y que igual estaba molesto por este día.

Lo que pasa es que casi siempre somos como un grupo los que almorzamos en el colegio, porque los demás prefieren ir a sus casas o almorzar en otros lados.

Los flojos y amantes de la comida de la Tía Rosa nos quedamos acá.

Pucha que cocina rico esa mujer.

-¡Josefa! – escuché y miré buscando la cara de mi hermana. – ¿Haz visto a mi hermana? ¡Josefa!

Era tan chica que entre tanta jirafa no veía a la Dani.

-¡Aquí está! – gritó el Feña, el weón con el que estaba hablando.

En unos segundos apareció la Dani con una brillante sonrisa en su rostro, no entendía porque tanta felicidad. ¡Es miércoles!

-¡Te comiste al Felipe en los camarines! – gritó contenta y en ese momento quería que la tierra me tragara.

¿Por qué todo el mundo se quedó callado?

-¡Buena, bro! – escuché a lo lejos unos aplausos, y vi que el amigo del Felipe lo abrazaba.

No, que vergüenza.

Todos murmuraban hueás.

"Se la tiró en la ducha. Yo la escuché".

"Tenia roto el traje de baño porque antes él se acostó con ella".

"Hicieron un trío con la Loreto".

-¡Y no fue solo un beso! – gritó la coneja desde-no-se-donde.

Gracias, Dani, por cagarme mi rico miércoles.

-¿Contenta? – le sonreí a la Dani.

-No, Jose... yo no quería...

No la escuché y salí del comedor, no estaba ni ahí con escuchar copuchas ni cahuines de mí. ¡Aweonaos! ¡Como tanto invento, weón!

-¡Hey, hey! – escuché al Felipe y me detuve. – ¿A dónde vas?

Me encogí de hombros.

-Vuelve al comedor. – me dijo – La gente siempre hablará cosas, una vez inventaron que yo estaba enamorado de la profesora de artes.

Me reí.

-No quiero escucharlos – me encogí de hombros – Hablan, hablan, inventan, molestan, yo no soy así.

-¡Defiéndete! – me sonrió.

-Tampoco soy así. – me reí. – Iré a buscar mi libro mensual a la biblioteca. Nos vemos.

-Lo- lo de mi casa ¿Va? – me preguntó y lo pensé.

Igual después de tanta mierda, como que me quitó el entusiasmo por el Felipe.

PD: ¿Querís pololear conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora