Versículo XVII. Mortales.

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—Así no llegaremos a nada— exclamó la Muerte cuando frotó por tercera vez con su rodilla la entrepierna del demonio que parecía despertar de manera más lenta de lo usual. Lo empujó para poder quedar sentada al borde de la mesa y lo encaró; —ve por él.

—¿De qué carajo hablas?— estiró el cuello para intentar besarla, pero Roxanne lo esquivó.

—Sé que estás pensando en el humano.

—¿Acaso está celos...?

—¡Ey! No te confundas; no son celos, sabes que lo nuestro es carnal y también sabes que la esencia de Adam es parte de tu destino, aunque no quieras admitirlo.

Bufó irritado.

—¡¿Tanto te cuesta aceptarlo?!— Roxanne entrecerró sus ojos afilados, —Eivan, es algo inevitable.

—No es cierto, tú interviniste— le recordó.

—Sólo enmendé las cosas— refutó y le clavó la mirada, la más penetrante que pudo; porque cuando Roxanne se lo proponía podía intimidar con sólo observar.

—¡Aaargh!— lanzó un grito de resignación y dio media vuelta haciendo que la parte baja de su gabardina ondeara.

.

Sus manos temblaban; buscaba por todos lados algún rostro conocido o por lo menos amigable; alguien al que se pudiera pegar como lapa y sentirse un poquito más seguro. Pero su miedo aumentó cuando sintió que le manoseaban el trasero.

—Hola, precioso—, era una de sus peores pesadillas; un viejo bajo los efectos de alguna droga lo había aprisionado por la espalda, envolviéndolo por las caderas.

—Nn-no, déjeme.

—Vamos, nos divertiremos.

—¡No no no! ¡Por favor!— lloriqueó y forcejeó, pero el sujeto solo se aferró más a su cuerpo y olisqueó su nuca.

Era increíble cómo iba a ser asaltado sexualmente y nadie parecía notarlo; comenzó a llorar, forcejear, apretar los párpados y pedir "por favor, no" cuando el sujeto lo hizo girar para quedar frente a él y besuquearle el cuello.

Hasta que sintió cómo el viejo fue arrancado de su cuerpo; abrió los ojos y se encontró con quien menos esperó. Eivan ahora se interponía entre él y su asaltante.

El demonio comenzó a empujar al hombre hasta sacarlo de la inmensa pista de baile, allí lo tomó por el cuello y lo alzó unos centímetros sobre el suelo.

—Por lo que has hecho, mereces la peor de las muertes— declaró, con un tono de voz tenebroso; entonces Adam, quien los había seguido, se interpuso.

—No, no lo mates.

—¿Qué?— frunció el ceño confundido.

—Que no lo mates.

—Tocó lo que me pertenece, debe ser castigado.

—Pues castígalo, pero no lo mates; por favor.

—No te preocupes— Roxanne hizo su aparición, entonces Adam pudo observarla un poco mejor y notó su expresión altanera, —él no está autorizado para hacer eso— explicó, luego se dirigió al demonio; —Eivan, déjalo, aún no es su hora.

—Entonces sólo me divertiré con él— sonrió de lado, —primero le arrancaré las uñas, luego le cortaré las manos, después... — y tras cada cosa que describía su voz se hacía más terrorífica al punto que Adam ya no pudo más, retrocedió llevando ambas manos a los oídos y se acuclilló deslizando su espalda en la pared.

Susurro en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora