Versículo Extra (3/3). Oportunidad.

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Una semana, había pasado una semana y el único cambio visible en ese lugar era el papel tapiz y las cortinas. Roxanne había redecorado aquella habitación de hospital y ahora tenía toques de amarillo y naranja, según los colores que transmitían energía.

—Adam, hoy te traje girasoles— señaló la rubia al dejar el jarrón en la mesita.

—Eres muy amable Roxanne, pero los claveles son sus favoritos— exclamó Eivan, quien ese hallaba sentado en la esquina del recinto, había pasado las últimas noches haciendo guardia y sin dormir muy bien.

—Discúlpeme usted, señor lo sé todo sobre mi novio— ironizó, —al menos yo le traje algo— le dio la espalda y acomodó los tallos de las flores.

Adam había permanecido sumido en un sueño, según los especialistas la fractura en su cabeza no había sido nada grave, en el peor de los casos perdería la memoria o tal vez quedaría ciego; pero no, ni siquiera eso, Adam parecía simplemente no querer despertar.

Un par de golpecitos en la puerta antes de que esta se abriera anunciaron la llegada de Edmundo, tenía una sonrisa floja y los ojos algo hinchados a causa de su constante lamento.

—Eivan— le llamó, —Sandy te llevará a casa, debes descansar un poco y comer algo; yo tomaré tu lugar.

—Prefiero quedarme, gracias— contestó.

—¿Bromeas?— intervino Roxanne, —no permitiré que cuando Adam despierte te encuentre todo sucio y apestoso, es aceptable si no quieres comer pero por lo menos toma una ducha— exageró al llevarse la diestra a la nariz. Y en parte tenía razón, Eivan tenía la barba un poco crecida y la misma camisa desde la mañana del día anterior.

Exhaló, para esas alturas sabía que era inútil discutir con Roxanne, así que se puso de pie y caminó a la puerta, le echó una mirada a su novio y contuvo un gemido de dolencia, en realidad le perturbaba ver ese cuerpo carente de vida. Tragó saliva y continuó su camino; —gracias, avísame si algo...

—Lo sé, te llamaré— le interrumpió Edmundo, palmeó su espalda y se adentró a la habitación dispuesto a tomar su lugar en aquella incómoda silla.

Durante el camino permaneció callado, su hermana, quien conducía el auto y lo llevó hasta su apartamento, respetó su silencio; sólo le dio unas instrucciones antes de despedirse.

—Come algo y descansa un poco, ¿de acuerdo? Vendré por ti mañana por la tarde. No te preocupes, Edmundo y yo estaremos atentos a cualquier progreso.

Asintió y agradeció con un mueca similar a una torcida sonrisa y se dirigió a la entrada de edificio.

Una vez en su departamento suspiró y arrojó las llaves en el mueble más cercano; el lugar estaba silencioso y triste, sin Adam parecía que últimamente las cosas le daban igual. Su vida había sido normal, pero después de conocer al muchacho no se pudo imaginar sin él, y resultaba que ahora probablemente tendría que hacer frente a ese escenario que nunca quiso considerar.

Sin mucho ánimo se dirigió al frigorífico, había pocas cosas pero lo necesario para hacer un sándwich sencillo, así que lo preparó y se lo comió sin chistar, sin reparar en que lo que le había puesto era mostaza en vez de mayonesa. Después se dirigió al baño, dejó que el agua tibia intentara relajarlo, minutos después se colocó el albornoz azul cielo y se tumbó en su cama.

Miró el techo pensando por enésima vez que daría lo que fuera por ver a Adam despertar, porque le sonriera de nuevo. Y con esa frase en mente se quedó dormido.

—¿Así que darías lo que fuera, eh?— escuchó una voz profunda retumbar; parpadeó tratando de agudizar su vista ya que estaba en un lugar bastante oscuro.

Susurro en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora