Versículo VI. La muerte.

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El maullido de Marí fue lo primero que escuchó al despertar, luego sintió el peso de la gata en el colchón.

Hizo un sonido gutural al momento que giraba para quedar boca arriba y poder frotarse los ojos con el dorso de su diestra.

—Hola linda— llamó a su mascota, —¿tienes hambre?—; se sentó en la cama.

Ella nuevamente maulló a manera de respuesta.

—Ven acá—, la tomó suavemente por sus costillas para ponerla sobre su regazo y comenzó a acariciarla.

Otro maullido, parecía gustarle mucho que le rascaran la espalda.

—¿Quién será tu dueño?— exclamó mientras seguía con su labor; podía jurar que no era una gata callejera, estaba muy limpia cuando la encontró, además de que aún seguía preguntándose cómo apareció en su balcón.

Tras unos minutos él también sintió su estómago gruñir, así que salió de la cama y fue a la cocina para servirle primero a su gatita y luego tomar su desayuno.

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Luzbel, Lucifer, Satanás, o conocido por algunos demonios que acechaban los alrededores y por los humanos cuando salía al mundo mortal como Nahid, era a quien debían rendirle cuentas, o mejor dicho, informar de algunas cosas que ocasionaban y sucedían en la tierra; además de realizar algunas pequeñas tareas para él.

Con un andar rápido, Eivan recorrió un extenso pasillo haciendo que su larga gabardina ondeara al girar a la derecha para cambiar de dirección.

—¿Para qué crees que nos esté buscando?— indagó Layry al aparecer por otra de las cavernas, caminando veloz para estar a su altura. Ese lugar parecía un laberinto, pero ellos lo conocían a la perfección.

—No lo sé; tal vez se enteró de tu afición por los humanos— contestó.

—La única forma de que lo haya hecho sería por tu gran bocota.

Rió, —hermana, sabes que si no me trae un beneficio, o si no me perjudica, no tengo porqué hablar de más—, explicó cuando llegaban a un gran salón.

Era una cámara en lo más profundo del averno, localizada detrás de innumerables cortinas de fuego; en donde se erguía en lo alto de tres peldaños un trono hecho piedra y de piel de varios animales, se rumoraba que incluso poseía piel humana.

—Los hijos de Kelen y Nisroch— exclamó el sujeto cómodo en aquella silla; —hace un par de siglos que no me visitaban.

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Tocó cinco veces antes de que Edmundo abriera la puerta.

—¿Qué haces aquí? No te esperaba— dijo él

—Vine a asegurarme de que estés a tiempo—, era lunes y no debían llegar tarde, de lo contrario ese sería un argumento que Felipe no dudaría usar en su contra al momento de la repartición de las tareas.

—Todavía faltan dos horas— hizo un mohín con los labios.

—No me importa— contestó al mismo tiempo que entraba al apartamento sin ser invitado; —tomarás una ducha ahora y nos iremos.

—Adam, no seas tan...

—¡Ahora Ed!— le interrumpió, —sabes que esta es nuestra gran oportunidad, no debemos arruinarla—; lo tomó por la espalda y lo empujó hasta la puerta del baño.

Edmundo no refutó más, sólo obedeció.

Cuarenta minutos después ambos se encontraban caminando hacia el sitio donde abordarían un taxi.

Susurro en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora