Versículo V. Sólo en mis sueños.

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—¿Marí?—, Edmundo, quien se encontraba untando mermelada a un pan tostado, soltó una risotada e inmediatamente sostuvo su estómago; —es el nombre para gato más extraño que he escu... ¡Auch!—, se quejó, ya que un pedazo de tiza había golpeado su cabeza.

—¡No te burles!—, pidió Adam estando en la mesa del comedor, —es lindo; y no es gato, es una preciosa gata—, suavizó su voz y se levantó para cruzar la sala e ir hasta el balcón y abrazar a su nueva mascota. Edmundo había ido a visitar a su amigo, como todas las mañanas que no iban a trabajar; y ahora se disponían a tomar el desayuno.

—¡No tenías porqué golpearme!— exclamó sobándose el área afectada, pero al ver que Adam sólo le prestaba atención a la gata blanca que ahora sostenía entre sus brazos no quiso seguir refutando, en vez de eso se aproximó a la mesa donde su amigo se encontraba antes y observó la hoja de papel extendido.

Era el perfil de un chico que vestía una gabardina larga; cuyo cabello le llegaba hasta las orejas y terminaba en ligeros rizos enmarcando su rostro que curiosamente no estaba finalizado, sólo eran siluetas oscuras.

Edmundo observó el dibujo minuciosamente, no era nada parecido a lo que su amigo solía hacer; lo que sostenía en sus manos en ese preciso momento era algo más sombrío; —¿Qué es esto?— ondeó el pedazo de papel al notar que el otro abandonaba el balcón para entrar y llegar a su lado, —¿estás practicando un nuevo estilo?

—No— bajó a la gata y la dejó en el suelo, —quise plasmar la imagen antes de que la olvidara.

—¿Antes de que la olvidaras; dónde la viste?

—Es que... — hizo una pausa en su explicación y se acercó para quitarle la hoja de las manos, —lo soñé; y pues antes de mis recuerdos se tornaran borrosos quise dibujarlo.

—¿Lo soñaste?— frunció el ceño.

—Bueno, sé que lo soñé, pero no puedo recordar a detalle su rostro, sólo sé que era... hermoso— se encogió de hombros al decir lo último.

Edmundo la observó con los ojos abiertos desmesuradamente por unos segundos y luego se echó a reír; —¿hermoso?

—Deja de burlarte de mí— Adam apretó los labios y frunció el ceño mostrándose indignado, —estoy consciente de que tal vez es una estupidez, pero soy sincero contigo porque confío en ti—, se cruzó de brazos y caminó a la barra.

—Yo... discúlpame—, exclamó recuperando el aliento tras sus carcajadas, —pero es que es extraño que tú dibujes tus sueños— pasó un brazo sobre los hombros de Adam.

—¡Ya!— arrugó la frente y lo empujó con suavidad, —deja de molestarme y comamos, muero de hambre.

—Bien— dijo Edmundo, —entonces comeremos mi especialidad; pan tostado con mermelada y café.

...

Eivan, desde muy temprano, había ido al balcón de aquél apartamento. Había observado la salida del sol tratando de sacar de su cabeza esas ganas de tocar el bonito rostro de aquel mortal. En ningún momento desde que llegó del club nocturno se alejó de su cama; le observó dormir, el ritmo suave en el cual su pecho subía y bajaba sincronizándose con los ligeros ronquidos había sido una melodía fascinante para él. Y ahora, desde ese lugar escuchaba las peleas infantiles de aquellos dos; era una agonía acecharlo, escuchar sus risas, envidiar el hecho de que el humano que fraternizaba con su hermana sí podía tocarle.

Tocarlo, sí, eso deseaba; pero no podía, ya que si lo hacía el encanto de observarlo y desearlo se acabaría, por eso estar presente en sus sueños parecía una buena opción.

Susurro en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora