Salgo al exterior de la casa. Paso al lado de las chicas y comienzo a trotar, eufórica. Sigo el sendero de piedra que atraviesa el jardín delantero hasta que me detengo junto a un seto con aroma a frescura.Meto la mano sin dudarlo en el arbusto. Las ramas me pinchan, pero yo no le doy importancia. Sigo rebuscando dentro del seto hasta que mi palma la siente. La lija fría y áspera roza mi mano. La tomo con fuerza y cincho de ella. Mi skateboard negra sale de entre las hojas.La miro y sonrío satisfecha.
Me volteo al momento que las tres muchachas se acercan a mí corriendo, con sus skateboards en la mano. Los focos de luces incrustados en el césped recién podado iluminan las caras de mis amigas. Llegan junto a mí con la respiración algo agitada y yo no demoro en preguntar.
-¿Vamos?
No es necesario decir ni una palabra más.
Dejamos caer nuestras skateboards con cuidado y nos subimos a ellas respectivamente. Marchamos rápidamente por el camino de piedra,hasta que llegamos a la desembocadura. Giramos a la izquierda y tomamos la acera.
Las rudas pasan sobre la acera y nosotras cuatro cogemos velocidad.Cada varios metros hay un árbol plantado entre las baldosas, en un cuadrado imperfecto de tierra seca. Por lo que constantemente nos estamos moviendo para los costados, esquivándolos.
Miro para mi izquierda y veo a Tina con una gran sonrisa en la cara. Lleva una calza desgarrada en las rodillas, dejando al descubierto un gran raspón que se había hecho hacía más de una semana. También lleva un short de jean y una sudadera roja.
Delante mío están Rose y Amber. La primera trae puesta una blusa blanca y una campera abierta verde, y de la cintura para abajo lleva lo mismo que Tina. Amber, por otro lado, está vestida con una camiseta negra de manga corta y un pantalón vaquero rasgado como la calza de la primera.
Sonrío. Hacía seis días que no nos veíamos. Hacía seis días que no patinábamos juntas. Hacía días que yo no patinaba. Pero ahora lo hacemos. Es genial. Por un segundo me siento feliz de nuevo.
Cierro mis ojos y dejo que la brisa me acaricie la cara. Mi cabello negro ondea detrás de mí. Extiendo mis brazos por unos segundos,abro mis ojos y grito con regocijo. Vuelvo a mi posición normal y me impulso nuevamente.
Vamos desatando el caos a nuestro paso. Nuestros gritos de euforia van despertando a los vecinos y a sus mascotas. El vecindario se alarmaba: se habían empezado a acostumbrar al silencio por las noches. "¡Qué ingenuos!", pensé.
Sin contar el traqueteo de las ruedas al golpear las baldosas de la acera, los gritos enfurecidos de algunos vecinos somnolientos, y nuestras risas de alegría, la ciudad se sumergía en un gran silencio. El tráfico era muy poco, casi inexistente, y como era medianoche en plena semana, la mayoría de las familias estaban en sus respectivas casas.
Rose da un salto en el aire junto a su skateboard. Cae, con él bajo sus pies, en un muro blanco de un metro de altura al costado dela acera, bordeándola. Entonces vuelve a saltar para caer en la acera y seguir patinando.
Seguimos zigzagueando hasta que Amber se desvía hacia la calzada,y sigue patinando en ella. La imitamos. Ahora las cuatro patinamos en el pavimento, pero aún zigzagueamos a causa de los autos estacionados junto al cordón.
Entonces caigo en la cuenta de que no tenemos un destino fijo.
-¿Hacia dónde vamos? - pregunto en tono alto.
Todas nos miramos y reímos.
-Pues no lo pensé – admite Tina.
-Al lugar de siempre – recomienda Rose.
Asentimos.
Patinamos y doblamos en la esquina siguiente. Continuamos avanzando en el frío pavimento dos cuadras y volvemos a doblar. Enseguida nos metemos por un callejón. Nos detenemos allí.
El callejón mide tres metros de ancho y une dos calles nada importantes, por lo que generalmente nadie pasa por allí. Una de las paredes que lo conforma, es la de una tienda de víveres, y la otra es la de un edificio de ladrillo. Contra la tienda hay un contenedor de basura sin usar, pues la gente que vive por aquí no sabe de su existencia y la tienda ya tiene uno propio, por lo que está tan limpio como si recién lo hubieran sacado de la fabrica. Y en frente al contenedor y contra la pared de ladrillo, la cual esté recubierta de una enredadera larga y vieja, hay una banca de plaza.
Ese callejón es nuestro lugar. Nuestro hogar.
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Maggie: Bajo el realismo
Teen FictionTODOS LOS DERECHOS RESERVADOS!! La muerte de su amiga Lindsey marcó un antes y un después en la vida de Maggie. Sus amigas y ella sufren un horrible trauma y una pérdida incomprendida. Sus peculiares y problemáticas familias no las ayudan a s...