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A pesar de que volveremos enseguida, llevamos nuestras skateboards con nosotras.

Vamos a la entrada del local. Llegamos a la puerta de cristal en donde un cartel colgado reza: "Cerrado". Las cuatro lo ignoramos.Golpeo la puerta un par de veces y esperamos.

No ocurre nada. La puerta transparente permite ver que las luces dentro están encendidas, sin embargo parece estar todo muy silencioso y solitario. Golpeo de nuevo la puerta. Tina me imita y lo hace con más fuerza, generando un estruendo. Nadie aparece.

-¿Estás segura de que conoces al dueño? - pregunta Rose, ceñuda.

-Ajá – respondo mientras pego la nariz al vidrio intentando ver con curiosidad lo más posible dentro del lugar.

-¿Cómo lo conoces?

-Humm... Pues es el hijo del primo de mi padre... o algo así. - Aún no dejaba de ver dentro del comercio.

Las tres me miran como si fueran a matarme: creo que pensaron que era un pariente más cercano.

-¿Qué? - digo yo mirándolas, a pesar de que sé por qué lo hacen.

Amber golpea la puerta con tanta fuerza que parece que el cristal se va a romper.

Entonces sale un hombre de una habitación que conecta con la tienda. El muchacho es escuálido. Es bajo pero se nota que ronda los diecisiete años; tiene nuestra edad. Tiene un aspecto asiático a causa de sus ojos rasgados.

Se acerca a nosotras y, con el entrecejo fruncido, luego de pasarla llave, abre la puerta.

-Está cerrado – afirma de manera fría antes de que podamos decirle algo.

-Lo sabemos pero... - intento decir.

-¿Quiénes son? - me interrumpe.

Suspiro.

-Soy Maggie. Mucho gusto, Sam... - me presento con cordialidad.

-¿Cómo sabes mi nombre?

Me sigue mirando confundido. Nunca nos habíamos visto pero pensé que le habían hablado de mí. Al perecer el primo de mi padre no lo hizo.

Continúo:

-Soy la hija del primo de tu padre.

-¿Me estás diciendo que eres prima segunda de mi padre? - logra decir luego de un rato.

-Eso creo – digo intentando comprender lo que acaba de decir.

Sam ladea la cabeza, algo frustrado.

-¿Y pretendes que te crea? ¿Que le crea a unas extrañas?

-Mira, Sam... - comienza a hablar Tina.

-¿Qué quieren? - pregunta de repente.

-¿Qué? - dice Rose.

-¡Oye, esa no es forma de tratar a las damas! - reclama Amber, con un dejo de delicadeza nada propio de ella.

Quedamos en silencio. Nosotras mirándolas a él con incredulidad,y él a nosotras irritado.

-A qué te refieres con... - digo en un tono de calma.

-No soy tonto y sé que no vinieron a saludarme simplemente – afirma Sam -. Todos quieren algo. La pregunta es: ¿qué quieren ustedes? - Dijo todo aquello tan rápido que parecía que se le iba a anudar la lengua dentro de la boca.

En algo tiene razón: no es nada tonto. Se me está haciendo más difícil convencerlo de lo que esperaba.

-Bueno pues - dice Tina -... Nos preguntábamos si nos dejarías entrar y tomar unas cosas de tu tienda. Ya sabes, de amigas a amigo...

Sam nos cierra la puerta en la cara.

-Cuanta sutileza, Tina – le susurro -. ¡Espera! - le grito a Sam.

Abro la puerta y doy un paso cruzando el umbral.

-Todos quieren algo a cambio. ¿Qué quieres tú? - pregunto, seria.

-Nada – dice el chico.

Sam se voltea para marcharse pero Amber avanza y lo toma del hombro.Cuando él se vuelve hacia nosotras ella no lo suelta, y se acerca aún más.

-¿Estás seguro de que no quieres nada? Porque yo puedo dártelo – le dice Amber en un tono demasiado seductor.

Maggie: Bajo el realismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora