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La tienda no es pequeña. Entramos a ella, dejando a Sam atrás. Pasamos junto a un mostrador de madera y entonces el pasillo es atravesado por otro que lo corta de manera perpendicular. Delante de éste comienza la sección de góndolas, las cuales forman corredores largos y con un piso lustroso.

El techo es alto y blanco. En él hay incrustados una gran cantidad de aires acondicionados que brindan un aire fresco que recorre el ambiente. Las paredes brillan de limpieza, al igual que el piso de baldosas. Las altas góndolas de madera están repletas de comida, artículos de limpieza, juguetes y muchos otros víveres. Percibo un aroma dulce y embriagador. Es un escenario muy rústico y agradable. A no ser por el mal carácter de mi familiar lejano Sam, no entiendo cómo el comercio posee poca clientela.  

-Recuerden: solo alcohol - murmura Tina.

Asentimos todas.

Tina y Rose doblan hacia la izquierda, dejan sus skateboards en el suelo, se suben a ellas y se van, andando.

Nos miramos con Amber.

-¿Enserio lo harás, Amber? - le pregunto preocupada.

-Es solo sexo – replica.

Monta su skateboard y comienza a patinar, dejándome con la palabra en la boca. Dobla a la derecha. La sigo montada a la mía. Doblo y la alcanzo.

-No creo que valga la pena tener sexo con un desconocido por un poco de alcohol.

Me mira con los ojos entrecerrados sin detenerse.

-No es un desconocido. Es el primo segundo de tu padre – contesta. La miro con un dejo de reprobación. - Además, tú fuiste la de la idea de conseguir alcohol.

-Lo sé. – Busco las palabras como forma de justificarme. - Pero no creí que la situación llegaría a tal punto – admito.

Amber frena repentinamente. Se baja de su skateboard. Me detengo y me volteo hacia ella. Me mira, molesta.

-Es mi cuerpo, Maggie. No sé por qué te preocupa tanto el hecho de que tenga relaciones sexuales con alguien. Métete en tus asuntos.

No quiero decirlo tan abiertamente, pero no me ha dejado opción.

-Amber, eres gay. – Entonces noto cómo su cara ceñuda se trasforma en una de desconcierto, que anuncia cómo no esperaba mi comentario. - Supongo que tener sexo con un hombre no debe ser algo agradable para ti. O al menos eso creo. Tal vez estoy equivocada, de ser así dímelo y te dejaré en paz.

Me queda mirando asustada. No esperaba que yo invocara ese tema tan delicado. Y no me sorprende, hacía mucho que no hablábamos de esto.De hecho, la última vez que lo habíamos hecho había sido la primera, la noche en que nos había revelado su orientación sexual hacía ya varias semanas.

Recuerdo que lo dijo sin dar rodeos. Con seriedad pero sin culpa. La apoyamos. Le dijimos que era genial que pudiera darse cuenta de ello y aún mejor que lograra decírnoslo. Pero confesó que le aterraba contárselo a su madre. Pues ella era y sigue siendo una mujer muy tradicional y prejuiciosa. Probablemente no estaría de acuerdo con Amber al comunicarle su homosexualidad.

También me puedo acordar de cómo lloró aquella oscura noche. No solo por la impotencia de no poder decírselo a su madre, sino por el deseo desgarrador de que su padre volviera a la vida.

Había fallecido cuándo Amber tenía ocho años. Sus amigas no habíamos conseguido conocerlo, pero ella lo recordaba como un hombre amable y alegre. Decía que siempre había sido alguien abierto a ideas ajenas. Y, en esa noche, estaba segura de que él sí la aceptaría tal cual era. Por eso más que nunca lo extrañó.

Y también recuerdo cómo Lindsey la consoló. Tina, Rose, ella y yo la habíamos apaciguado, pero Lindsey lo hizo como ninguna:hablándole en un dejo de clama total y diciéndole que no tenía de qué preocuparse, que pronto podría soltar la verdad a todos.

Lindsey era una chica íntegra y generosa. Era soñadora y graciosa.Cada cosa que decía era un chiste, pero con un lado sincero y real.Podía hacerte reír o llorar. Cada cosa que hacía lo hacía con vehemencia y entusiasmo. Por lo que no me extrañó la manera en que alivió y animó a Amber. Entonces se vio reflejada su forma de ser tan gentil. Cuidó a Amber como a una hermana pequeña.

Vuelvo al presente. Estoy enfrente a Amber, quien me mira con desconcierto y angustia ante el tema que mencioné. Pero no puedo quitar la imagen de Lindsey de mi cabeza. Suelto una lágrima que me recorre la mejilla. Amber no lo nota.

-Estoy bien. No te preocupes más, ¿quieres? - dice con un dejo de desdeño.

Se sube a su skateboard al momento que comienza a patinar, y pasa por mi lado a punto de romper a llorar. Me vuelvo. La veo doblar en una esquina y perderse detrás de una góndola.

Me enjugo una lágrima que ha llegado a mi mentón curvo, y monto mi skateboard.

Patino unos minutos algo perdida. Decido no seguir a Amber, pues quiero darle su espacio. Voy buscando la sección de bebidas en las góndolas. Sin embargo, mi cabeza no puede dejar de recordar a Lindsey. Delante de mis ojos pasan momentos felices que he vivido con ella, unos tras otros, cual breves filmaciones. Su sonrisa está adherida a mi mente, y me hiere como si fuera un hierro candente. La extraño.

A lo lejos veo a Tina y a Rose venir patinando con una sonrisa en sus rostros. Se acercan a mí haciendo todo tipo de piruetas con sus skateboards. Me enjugo rápidamente los ojos para que ellas no se den cuenta de mi estado de angustia; es difícil estar contenta luego delo de Lindsey, y no quiero arruinarles el momento ahora que lo consiguieron.

Me detengo en una esquina. Ellas me alcanzan y paran en frente a mí.Veo que Tina carga con un paquete con seis latas de cerveza, y que Rose lleva una botella de vodka en la mano.

Mis amigas no paran de sonreír.

Por uno de los pasillos que converge en la esquina llega Amber. Se detiene junto a nosotras. A pesar de que tiene la cabeza gacha, puedo notar sus ojos rojos de tristeza. La herí.

-Tenemos bastante alcohol – anuncia Rose aunque ya nos dimos cuenta. - ¿Vamos a disfrutarlo?

No hace falta decir más.

Nos dirigimos hacia la puerta de salida. No vemos a Sam. Mejor así.Sinceramente el muchacho no me ha caído bien y no tengo ganas devolverlo a encontrar.

Frenamos delante de la puerta de vidrio. La abrimos y salimos al exterior.

De repente, las luces rojas y azules de una patrulla de policía iluminan una esquina. No se escucha la sirena pero nos detenemos en seco.

Nos volvemos. Vemos a Sam en el umbral con los brazos cruzados y una gran sonrisa de oreja a oreja en la cara.

-¿Creían que las dejaría ir?

Maggie: Bajo el realismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora