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No me costó mucho acostumbrarme a las clases, lo único que debía hacer era sentarme en silencio y atender lo que me decían, nada nuevo para mí, y cuando tuve que presentarme frente a todos, no tenía demasiado por decir. Por otro lado, al sonar el timbre para indicar el primero de dos recesos, el mismo grupo de gente que se había acercado a mí antes que comenzara la jornada me invitó a sentarme con ellos en la cafetería.

Eran Matt, quien era una especie de líder para el grupo, Kitty, su extrovertida novia, Lindsey, la mejor amiga de Kitty que parecía algo ruda, Taylor, el primero de todos en tener vello facial respetable, Hyden, primo de Taylor y un gran baterista, Ray, un tipo simpático que ocasionalmente se juntaba con ellos y dios de la guitarra, Bob, otro dotado baterista y famoso por ser busca pleitos, y Liza, una chica cuya timidez contrastaba con el resto. Siempre estaban riéndose de algo, no importaba lo tonto que fuera. Eso no me molestaba, porque la risa no era algo a lo que estuviera habituado, y escucharla hacía que yo también quisiera rírme, aunque no entendiera la razón de ella.

Se mofaban del mal aspecto de la comida, la ropa de los chicos que cargaban algo llamado patinetas, las malas notas de sus exámenes, los aformes dibujos de Hyden, la vanidad de Taylor por su bigote, el cabello de Ray, la mala pinta de Lindsey, la fea bufanda de la cocinera... y yo me reía con ellos.
Esa sensación me consumía, una probada del veneno y quería más. Lo necesitaba.
Claro que notaba las expresiones de las víctimas, y no es excusa, pero no entendía lo que estábamos haciendo, ni me importaba, sólo quería disfrutar el momento.

Papá lucía realmente complacido cuando le conté lo mucho que me divertía con mis nuevos amigos, incluso a Dom le iba bien.
Quizá eso era ser normal, el poder decir que las cosas van bien sin que sea mentira.

Cada día era tan emocionante como el anterior para mí.
Había aprendido que el juntarte con ciertas personas te daba estatus y reputación. Aparentemente, había hecho la elección correcta... ¿o la habían hecho ellos conmigo?

Por las tardes, al terminar mis tareas, me daba tiempo para pensar en lo ocurrido. Una sonrisa siempre terminaba volviendo a mí, junto con las caras de quienes desviaban la mirada luego que Matt y el resto se burlaban de ellos.
Amaba reír.
Pero había algo más cuando las cabezas bajas llegaban a mi memoria.
Sí. Era culpa.
Aunque no la suficiente como para detenerme.

Habían pasado 2 meses, yo ni siquiera recordaba que mi vida hubiera sido diferente en algún momento.
Para octubre, ya conocía el nombre de toda la clase y había mantenido agradables pláticas con ellos, excepto con Gerard, el chico de la parada, parecía que siempre estaba intentando huir de nosotros.
¿Quién podría culparlo?

Entrábamos nuevamente a clase luego de un descanso cuando Bob le impidió la entrada atravesando su brazo entre Gerard y la puerta, él sólo agachó la mirada dando un ligero suspiro y sacó un billete del bolsillo de su pantalón para luego entregarlo a la otra mano de Bob que ya se encontraba esperando su pago para que por fin le dieran acceso al aula.

-Si todos fueran así de idiotas, yo sería millonario -dijo Bob con una sonrisa arrogante y comenzó a reír, acto que siguieron los demás.

Menos yo.

Eso no me había causado gracia.

Quiéreme [FRERARD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora