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Bob era un bastardo que le hacía la vida imposible a todos, ¿quién se sorprendería que alguien le hubiera dado una lección de una vez por todas?

A menos que esa lección le hubiera roto la nariz. O le hubiera tirado un par de dientes.

Gerard se había arrodillado a un lado del rubio para revisar que siguiera consciente. La sangre de Bob me recordaba al aspecto de una lámpara de lava, todo pasaba demasiado lento ahora.

La mano comenzó a dolerme por la fuerza con la que apretaba mi ya vacío puño. Tenía una sensación incómoda, estaba llorando. Yo sólo quería llevarle chocolate...

De un momento a otro, mis pies comenzaron a caminar en dirección a mi Gee, estaba gritando cosas que no comprendí, pobre, seguro estaba muy asustado, pero nada malo le pasaría conmigo.

"Los chicos muertos no lloran"

Había leído demasiados libros en toda mi vida, tenía noción de cómo hacer varias cosas, sólo era cuestión de intentar. ¿Quién puede culparme?
Mis manos estaban por caer suavemente sobre los hombros de Gee cuando este volteó, y sus ojos verdes que solían darme alegría, me helaron el alma. 

-Te amo -dijo en un tono que habría hecho llorar de miedo a cualquiera- y quiero hacerte tanto daño...

Quiéreme [FRERARD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora