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La cocina estaba llena de comida.
La calle estaba llena de autos.
El departamento estaba lleno de gente. Gente que no conocía.
Presencias que me hacían sentir solo entre una multitud de palabras sin sentido.

Porque la sonrisa de mi padre comenzaba a fastidiarme.
Porque su palma en mi hombro me estaba quemando.
Porque sus comentarios amables me estaban destrozando.

¿Seguía siendo...?
¿Y si me estaba...?
¿Y si decidían...?

Temía que mi expresión  se convirtiera en un gesto que reflejara asco.
Papá había organizado una reunión para "celebrar nuestro regreso con la familia y amigos".

Y puede que fuera un mal agradecido por no apreciar todo lo que estaba haciendo, mi padre ni siquiera me conocía y me había dicho cuánto me quería. Él fue quien me sacó de la jaula que tanto mal me hacía, y que, a veces, extrañaba.

Aunque no era el único. Dom no había  durado ni media hora en la fiesta cuando no pudo más y salió corriendo para ir con su madre.

Pensé que todo había sido muy precipitado.
Cautiverio. Secuestro. Casi precario.
Esos fueron los términos que escuché de un oficial aquel primer viernes de agosto que me condenaron a la libertad.
Habían dicho que estaríamos mejor en lo subsiguiente. Y yo pensé que así sería, pero ¿qué pasa cuando obtienes lo que quieres?
¿Supe alguna vez lo que realmente quería?

Le envié un mensaje a Gerard.

Hey...

Tenía su línea activa.

¿Cómo te va hoy?
Las cosas no van muy bien por aquí...

Y no mejoraron el resto de la tarde.

Quiéreme [FRERARD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora