Quiéreme [FRERARD]

21

Con cada día que pasó, mi piel fue perdiendo sensación.

Por cada semana transcurrida, los libros fueron alejándose de mí. 

En 12 años, mi mirada se hizo esclava del piso.

Gerard se había hartado de mí hace mucho, pero seguía conmigo.
Bueno, con las ventajas económicas que yo le daba. Incluso llevaba a sus amantes, sin importarle que estuviera ahí.
Yo tenía prohibido salir, y sin nada ni nadie más por quien pelear en la vida, ¿por qué oponerme?

La única persona con la que hablaba, era con Amelia, la mucama. Ella había  trabajado muchos años para mi padre, y no se cansó de repetirme lo mucho que a él le dolería verme así, triste, demacrado, vacío.

Yo no le hacía caso. Nada podría ser mejor ni peor que aquello. Quizá así debían ser las cosas.

Mis pies me devolvieron a una vieja y horrible costumbre. Mirar por la ventana.
Intenté en repetidas ocasiones crear historias en mi mente sobre todas aquellas personas que veía pasar, pero ninguna terminaba bien, dicen que todo se parece a su dueño, ¿no?

Entre una de tantas noches de borrachera, Gerard llegó pegando de gritos buscando a Amelia, quien varias horas atrás, había terminado su turno.

-¿Dónde está esa hija de puta? -exclamó antes que la cristalería de la cocina se hiciera pedazos- ¡Frank! Ven acá, pequeño pedazo de...

-¿Qué? -respondí asomado desde la habitación con un susurró.

-Dile a tu amiguita que deje de meterse en lo que no le importa si no quiere que yo mismo le cierre la boca -dijo con toda la decisión y amargura del mundo al tiempo que arrojaba un papel hecho pedazos a la basura y volvía a salir.

El silencio fue abrumador después de eso, e incluso en la oscuridad, mis manos encontraron la manera de reconstruir una mutilada hoja blanca.