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Pasé todo el fin de semana pensando en Gerard y la manera en que su mirada se transformaba cuando Bob estaba cerca.
En mi corto tiempo en el exterior, no vi ojos que gritaran tan fuerte como los de él. No vi personas más indiferentes que las que lo ignoraban.

Todos lucían felices, y tardé en darme cuenta del costo de eso. No estaba dispuesto a pagarlo. Pero esta vez, quería entenderlo.

Para el segundo receso del lunes siguiente, seguí de lejos a Gerard para saber dónde acostumbraba estar. Era el lugar perfecto para que lo dejaran tranquilo, al menos un rato; justo detrás del depósito de equipos viejos, habían algunos árboles y arbustos demasiado crecidos que daban sombra a cualquier hora del día, debajo del árbol más grande, estaba él.

-Gerard -dije inseguro de mis intenciones mientras me acercaba. Parecía que le estuviera apuntando con un arma- ¿puedo preguntarte algo?

Él me miraba con desconfianza, y luego de un silencioso minuto, asintió.

-¿Por qué te tratan así?

Debió haber pensado que bromeaba al inicio, pero mi expresión le confirmó que estaba siendo sincero. Sus delgados labios se torcieron en una mueca y su mirada penetró en la mía. Quería entenderlo, no sabía nada de él.
Deseé no haberle preguntado, porque sus palabras se enterraron profundamente en mí.

-Porque soy gordo, raro y feo.

Ese tipo de conceptos eran absolutamente confusos para mí. Aún conociendo sus definiciones, no los entendía, y menos si eran empleados para explicar por qué le trataban tan mal.

Él jamás dejó de mirarme, al contrario, se quedó esperando una respuesta de mi parte.

-No lo entiendo -contesté, sentí cómo mi cuerpo hormigueaba incómodamente. NO ENTENDÍA, y aún así, me estaba doliendo.

-¿Y eso qué? Lo disfrutas -dijo con fastidio.

-No quiero ser como ellos... -respondí antes de salir corriendo.

Comencé a pensar que, por cada vez que yo me reía con los demás, alguien se sentía como Dom me hizo sentir por más de 10 años en casa de Nancy. Eso no era reconfortante. Era malo y despreciable... como yo.
Y si ser amigo suyo me transformaba en algo que no era capaz de ver sin sentir vergüenza, prefería alejarme.

Intenté hablar lo menos posible con Bob y el resto, cosa que no les causó gran sorpresa, pues sabían que solía ser algo reservado.

Al terminar las clases, me topé con Gerard en los baños, lo que sólo hizo que me sintiera peor. Necesitaba salir de ahí, y para colmo, papá iba retrasado para recogernos.
Me senté en una de las jardineras que adornaban la entrada a esperarlo y me dediqué a ver lo que los demás hacían.

Había un niño de 5 o 6 años con un helado en la mano que corría sin motivo aparente de un lado a otro, y en un parpadeo, había tropezado, dejando su cono destrozado en el piso. Poco a poco, su cara tomó un tono rojo mientras se contraía antes de gritar como loco por su helado. Era irritante, y todos lo miraban.
Entonces, Gerard apareció frente a él, lo tomó entre sus brazos para cargarlo y le limpió la humedad de la cara.
El rostro del pequeño se iluminó al verlo, provocando que Gerard sonriera.

Ah, Gerard. Tu sonrisa no era como la que Matt de daba a Bob cuando lo saludaba por la mañana. La tuya era cálida y real. Además, era tan grande... que yo sonreí contigo.

Y por mi mente pasó algo maravilloso y probablemente imposible.
Si podías sonreír con aquella escena...

Quizá tú podrías quererme.

Quizá tú podrías hacerme feliz.

Quiéreme [FRERARD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora