Capítulo cuatro

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Mis manos comenzaron a sudar. ¿Qué hacía el aquí?  "Ir a cenar, estúpida" Me contestó mi interior de forma brusca. Miré hacia la silla que había delante de él. Allí estaba sentado el pelirrojo que salió esta tarde en la oficina. Cena de negocios, vaya. Volví mi mirada al chico de mirada penetrante. Tan solo mirarle, me ponía nerviosa. Un picor molesto en mi nuca se hizo presente. Se movió en su asiento.
-Vaya, señorita Sweete, que alegría tan inesperada de verla aquí-Dijo con su sonrisa que podía iluminar todo el restaurante. Saqué de donde pude una sonrisa tímida. Y tuve la sensación de darle explicaciones.
-Le estoy haciendo un favor a mi padre ayudándole con la inauguración.-Informé mientras mis dedos tambaleaban sobre el bolígrafo. Ladeó la cabeza y me regaló otra de sus medias sonrisas. Creo que se está burlando de mí.  -Bueno, ¿Qué desean tomar?- Coloqué mi instrumento en posición de escribir y llevé un mechón de pelo que caía de mi coleta tras mi oreja.
-Vino blanco, por favor.-Ordenó y el pelirrojo asintió con la cabeza de acuerdo. Harry recorrió toda su mirada desde mis tobillos hasta mis ojos. Me sonrojé inmediatamente. Me estaba poniendo nerviosa. Asentí suavemente con la cabeza y di media vuelta para volver a la bodega  del local. No había nadie. Apoyé mi cuerpo contra la pared rocosa de cemento gris. ¿Por qué me afectaba de este modo? ¿Qué me estaba pasando? Llevé mi mano a mi pelo y esta bajó hasta mis labios. Respiré hondo. No tengo que dejar que me afecte así,  no tengo que hacerlo. Me coloco bien la falda y ando hasta la sección de vinos blancos. Cogí la primera botella a mi alcance y subí las escaleras que llevaban al salón. Los camareros revolotean de un lado a otro inquietos, y yo estoy apunto de perder los nervios por un solo cliente. Pero no era un cliente. Era Harry Styles. Con todas mis fuerzas, di zancadas largas hasta la mesa veintisiete.  Styles levantó su mirada hacia a mí,  pero no esbozó ninguna de sus sonrisas que eran célebres en mis pensamientos.
-Su vino- Susurré y abrí el vino. Surtí hasta que las dos copas estuviesen llenas y dejé con un pulso tembloroso la botella sobre la mesa.
-Debo decir que esa falda blanca y esa blusa le quedan de maravilla.-Lanzó un cumplido, bajando todas mis defensas y haciendo que la sangre subiesen a mis mejillas y se acumularan en ellas ¿Cuándo pensaba parar?
-Gracias-Susurré mientras unos temblores, fuertes y pesados, recorren mi torrente sanguíneo y va alterando todo : mis terminaciones nerviosas, mi respiración, mi corazón,  que palpita como si quisiera salír del pecho, y la sangre, que me zumba en los oídos. ¿Qué clase de brujería estás aplicando en mí, Harry? -¿Qué desean tomar los señores?-Saqué el blog de notas de  la cavidad de mi falda y mordí la punta de mi bolígrafo. Pasó sus dedos por sus labios y estiró de este. Mi cuerpo dio un respingo. Parecía, que de una forma o otra, sabía que me iba a afectar. Me sonrió por milésima vez, esta vez enseñándome sus dientes. Estaban perfectamente construidos y totalmente blancos. Era tan irresistible  como una piscina de agua fría en pleno día del caluroso mes que es Agosto. Me mordí el labio. Suspiró y miró a la carta. Estuvo unos segundos mirándola. Abrió la boca para hablar, pero la voz no era la que se derramaban de sus labios.
-Yo quiero  un plato de Risotto a la romana, por favor.-El hombre acompañante de Harry interrumpió el hilo que conectaban nuestras miradas y yo solo asentía con la cabeza mientras apuntaba con letra rápida en la pequeña libreta.
-Me gustaría degustar un par de porciones de Lasaña, tengo por entendido que es la especialidad del Chef.-Ronroneó el hombre que estaba tirando todos mis pensamientos por la borda desde que lo conocí esta tarde. Sonreí recordando cuando el recuerdo de mi padre haciendo lasaña un día de Mayo, cuándo tenía seis años, sentada en la silla verde pistacho y mis piernas que colgaban del asiento moviéndose hacia delante y atrás inquietas. Levanté la mirada y enseguida me arrepentí de hacerlo. Su mirada estaba clavada en mi anatonomía, sin dejar escapar ninguno de mis movimientos. Volví rápidamente mi concentración a la libreta y apunte su orden. Me di la vuelta sin decir nada y anduve a paso rápido por la cocina. Otro pedido para mi padre y sus compañeros de la cocina. Una orden esperaba colocado en una bandeja y enseguida recordé que era mío. Con la manga de la blusa sequé el sudor de mi frente. Cogí la bandeja con seguridad y salí del recinto donde los chefs preparaban la cena. Recorrí el salón de punta a punta, hasta la mesa uno y dejando el plato de pizza de champiñones en la mesa. Algo pesaba en mis hombros y giré mi cabeza. El semblante frío de sus ojos verdes me estaban siguiendo. Me siento como un ciervo ante los faros de un coche, como una polilla junto a una llama, como un pájaro frente una serpiente, como un ícaro que se acabaría quemando por acercarse tanto al sol ... y él sabe exactamente lo que está haciendo.La música de fondo hacía aumentar el deseo de bailar, olvidar todo. Mi padre dice que mi madre, siempre, se desconectaba del mundo escuchando música y bailando, meneando las caderas hasta no sentirlas, junto el estéreo hasta el límite del volumen. Y esa necesidad se hizo más presente. Cada vez más y más.Un pensamiento se balanceó en mi cabeza. Harry y yo, bailando libremente al dulce compás de la nada, dando vueltas alrededor de un salón vacío. Me sonrojé. "Sois personas de mundos totalmente diferentes, no sueñes con cosas que nunca pasaran" Mi hipócrita subconsciente me regañó de nuevo y yo rodé internamente los ojos. Resoplé y le volví a mirar. Parecía que el mismísimo Miguel Ángel había esculpido de nuevo su sonrisa. Fruncí mis labios. Se que está haciendo.  Levanté mi mano hacia mi cola de caballo y dejé caer como cascada mi pelo   chocolate. Subí las mangas de mi blusa y sentí como esta se adhiere a mi espalda a causa del sudor. Pasé mis dedos por el pelo. Sentí mis piernas débiles. Volví a la cocina, sintiendo como su mirada me seguía de un lado a otro. Bebí agua de mi botella. ¿Cómo logra ponerme así? Cogí dos bandejas seguidas y empujé la puerta de la cocina para salir, con la guardia en alto, contra el enemigo que es Harry Styles. No iba a caer en su red de engaños y encantos. Podría cualquier chica caer en sus brazos, pero no iba a ser yo la que iba a correr hacia sus brazos. Cree que en dos chasquidos y dos pares de sonrisas podía tener a las mujeres besándoles los pies. Pero dios mio, ¿es legal ser tan guapo?¿De qué novela había salido? Mis sonrisas volaban hacia los clientes. Intentaba cubrir mis pensamientos de aquella mirada esmeralda que me seguía de rincón a rincón. Pedido por aquí, pedido por allá. Intentaba estar distraída todo el tiempo, alejando y cubriendo mis pensamientos de él. Mirarlo era como una trampa mortal. Él número de pedidos que llevé en diez minutos era incontable y los pies me empezaban a doler. Empujé la puerta de la cocina llevando con cuidado un plato humeante de spaghetti a la carbonara que despertaba mi apetito. Ignoraba las voces que daba mi estómago pidiendo comida. Caminé con paso tranquilo hasta la mesa treinta y dos, con el más mínimo detalle para no caer el plato. Una mano rodeó con sus largos dedos mi brazo y a causa de una inesperada electricidad que quemó todos mis reservas, me tropecé con mis mismos pies. La mano agarró mi anatomía con fuerza, impidiéndome impactar con el suelo. Sujeté firmemente  el soporte del plato y observé como este tambaleaba hasta quedarse quieto. Suspiré aliviada. Bajé mi mirada a mi brazo y vi como mi salvador se había enredado en mi brazo. Pequeños dibujos en tinta negra decoraban su muñeca, un candado, una llave, el signo de acuario y varios garabatos. En la piel de su mano, una cruz descansaba junto a su pulgar. Un ancla dibujada exquisitamente cubría gran parte de su muñeca. Levanté mi mirada y al llegar a sus labios, supe de inmediato quien era. Una sonrisa divertida de lado se pinceló delicadamente en sus labios y sus ojos verdes se pintaron con un tono más brillante. Su rostro era perfectamente angelical. Él podría ser la inspiración de una escritora enamorada de la prosa, el estro de un pintora con mente de enamorada, de una poeta perdida entre palabras sentada en la orilla del mar. O una de las otras razones de por qué vivir. Busqué entre los rincones de mi garganta mi voz. Repasó su labio superior con su lengua y aclaró su voz.- Perdón por molestarla, pero estoy un poco perdido,¿Dónde se encuentran los servicios, por favor?- Me preguntó ladeando mi cabeza. Paré el rubor que iba llegando a mis mejillas. Y hasta ahora, no me di cuenta que había contenido la respiración. Moví nerviosamente mi mirada hasta el pasillo que conducía a los baños.

-Allí, en aquellos pasillos- Señalé con la mano del brazo que el no agarraba y volvió la cabeza hasta el pasillo.Me sorprendí a mi misma por terminar la oración sin balbucear. Todo un logro. Cuando me volvió a mirar, sus ojos habían cambiado a un brillo divertido, como si disfrutara de una broma privada. Asintió con la cabeza y soltó su mano, dejándome libre. Pestañeé y vi como se alejaba, balanceando su pelo de lado a lado. Suspiré. Miré hacia la mesa que compartía con el pelirrojo. ¿Por qué me había preguntado dónde estaba el lavabo, cuando tenía una vista ciertamente razonable para saber donde conduce el pasillo? Me encogí de hombros y negué con la cabeza. Llevé la comida hasta su destinatario y sacudí la cabeza. Basta de pensar en él y sus rizos caoba. Volví a la cocina sintiéndome vacía sin su mirada.

-¡Bony, aquí esta el de la veintisiete!- Me gritó mi padre detrás del mostrador. Mariposas revolotearon ansiosas en mi estómago, saliendo de su tarro de cristal. Di zancadas hasta la bandeja marrón y la cogí con dos manos.Inspiré profundamente y di zancadas hasta la mesa. Harry había vuelto. Dejé con cuidado en la mesa el plato de Risotto frente al hombre y me regaló una sonrisa. Al instante, me había caído bien. Le devolví la sonrisa. Dejé el otro plato frente a él. Y sin mirarlo, sabía que estaba sonriendo.

-Me parece que hoy le vamos a dejar una propina más que agradecida.-Le comentó a su acompañante, divertido,  y me miró luego. Sentí la sangre subir a mi cabeza. Se estaba burlando

-Porque sea tu empleada, camarera o lo que sea, no tienes el derecho de burlarte de mí como si fuera un animal encerrado en un escaparate.- Fruncí los ojos. El pelirrojo abrió la boca.

-Golpe bajo, Styles.-Sonrió enseñando sus dientes a Harry. Este levantó una ceja, sorprendido.

-Carácter fuerte, lo pensaba.- Aclaró asintiendo.- Lo siento si la he ofendido.-Hizo una mueca.-Gracias por atendernos así de bien, y lo de la propina iba enserio.- Me miró serio, como si buscara cualquier señal para saber si estaba enfadada. Pero su tono de voz había  automáticamente limpiado mi furia. Asentí con la cabeza. Sonreí tímidamente y su rostro se relajó. Musité un pequeño gracias y volví al trabajo.

Al cuarto de hora, di un vistazo a esa inquietante mesa. Los dos habían terminado y charlaban animadamente. Faltaba un media hora para que el restaurante cerrara, treinta minutos para las doce en punto. Me acerqué a la mesa.

-Mmm...¿podría.... recoger sus platos?- Pregunté inquieta mirando hacia mis dedos. Ambos asintieron con la cabeza. Coloqué los platos amontonados sobre la bandeja y coloqué una copa. Cogí la de Harry y esta se resbaló de mis dedos como si fuera una pastilla de jabón. El vino cayó encima de la camiseta de lino blanca de Harry y el vaso colapso contra el suelo, rompiéndose en ciento y un pedazos.Ahogué un grito con mi mano.Y entonces, susurré la palabra más adecuada para este mismo momento.-¡Mierda!

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¡Hey! Lo siento por tardar tanto en actualizar, enserio. Bueno, ¡aquí teneis el capítulo cuatro! Ya empiezan a ponerse las cosas interesante, os lo aseguro jejejejejeje. ¿Qué pasará? ¿Harry se enfadará o no? ¿Qué hará Bony contra tal acción? ¡Dejen sus apuestas aquí abajo! Aaksaodjsdfñksdf gracias por leer <3xx

Look At Me; h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora