El paisaje de afuera se difuminaba conforme el bus aumentaba la velocidad. Buscó nerviosamente la nota que residía en su regazo y la releyó.
“Hola. Oye, ¿sabías que mi cumpleaños y el de mi hermano caen en el mismo día?
Oí que tú y él están distanciados por los regaños que Takao-chan le dio hace relativamente poco. ¿Qué hizo ahora el tonto? ¿Te hizo llorar como en la otra ocasión?
No interesa. Tú ven igual, que la pasaremos bien. ¿Sabes? Yo estoy contigo.
Envío ésta nota con Takao-chan, mi cómplice, para que onii-chan no se entere. Seguro se haría el ofendido si supiera que te estoy invitando.
No faltes y ponte linda, se arrepentirá de lo que hizo.
Megumi.”
En otra ocasión le habrían hecho gracia las palabras de Megumi, pero en vista de que hablaba de la relación actual que tenía con Midorima —que se basaba apenas en un saludo desde la noche en que el peliverde la negó como su amiga—, tenía que reconocer que la ponía un poco incómoda tocar el tema. Megumi era tan directa que llegaba a hacerla dudar de si realmente acababa de cumplir sus diez años. Esa niña estaba demasiado adelantada para su edad, y algunas veces —como ahora, por ejemplo— podría representar una desventaja.
Lo peor de todo es que en verdad había obedecido la petición de la infante y se había arreglado, aunque ahora, al contemplar su reflejo en el vidrio de la ventana del bus, se arrepentía. Quizás iba muy arreglada con ese vestido y esos zapatos un poquitín altos.
Un rubor se hizo presente en sus mejillas al recordar al miope de cabello verde. Lo extrañaba. Hacía un mes —quizás un poco más, quizás un poco menos— que su relación ya no era igual. Ya no volvían juntos a casa, tampoco hablaban en clase, y durante los recreos ella decidía irse a cualquier otro lugar. Pensó que tal vez ésto lo haría arrepentirse, pero no fue así. Cada día una brecha se expandía más y más entre ellos, y, por evitarlo a él, también se distanció un poco de Takao.
Era un idiota con exceso de orgullo. ¿Qué le costaba disculparse?
Tomó el regalo destinado a Megumi y bajó del autobús. A partir de ahora debía caminar.
Un escalofrío recorrió su espalda en cuanto pasó cerca de un grupo de jóvenes que le sonrieron en cuanto la miraron, pero la sensación de miedo se esfumó al voltear disimuladamente y percatarse de que no la estaban siguiendo. Exhaló el aire que había estado reteniendo. Estaba aliviada. Durante el día al menos estaría segura.
El camino se le tornó algo corto, y supuso que tal vez se debió al hecho de que luego del encuentro con ese grupo de chicos había acelerado el paso sin siquiera darse cuenta.
Rascó su nuca nerviosamente mientras se debatía entre tocar el timbre que yacía frente a ella o no. Finalmente, tras haber decidido que no le fallaría a Megumi, presionó el botón.
Un señor vestido en un traje negro que parecía tener cuanto mucho unos cincuenta años se asomó por la puerta. Lo reconoció como el señor a quien Megumi tomó de la mano aquella vez cuando le obsequió la paleta. Por la cara que puso el hombre, resultó evidente que también la había reconocido.
—¡Qué sorpresa! Pase, señorita —abrió el gran portón y la escoltó por varios minutos hasta que se hallaron frente a otra enorme puerta cerrada en la segunda planta—. La niña Megumi se encuentra en la sala de música junto a su hermano, el joven Shintaro.
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Eres un idiota ~ |Midorima Shintaro| - EN EDICIÓN
Fanfiction→De momento esta historia está pasando por un proceso de corrección. Si la lees ahora, ten en cuenta que algunos capítulos serán modificados de igual manera próximamente. ---------------------------------------------------- "Midorima Shintaro", para...