Emma

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Habían pasado cinco semanas desde que había llevado el frasco de Nutela a Regina y desde aquel día no la había visto más. No sé por qué la seguí, pero en sus ojos había visto una especie de desgarro. Se había roto algo en ella, alguna creencia, alguna coraza, no lo sé. Es verdad, era una mujer cínica y pelmazo la mayor parte de las veces, pero no había hecho daño a nadie, al menos, no físicamente.

Su voz estaba ronca por el llanto cuando me respondió desde detrás de la puerta. Primeramente, había temido lo peor, que se hubiese desmayado o que no pudiera moverse. Escuchar su voz desde detrás de la puerta me había tranquilizado, pero ante sus pésimas dotes de actriz y comprendiendo que no iba a abrir, me vino una idea. Ni siquiera sé si dejó el frasco fuera o lo recogió. Pero desde aquel día, la cita semanal de sus reuniones inmotivadas había desparecido.

Debo decir que echaba de menos nuestras peleas.

Forrada en mi preciosa y vieja manta, sorbía un poco de chocolate mientras miraba un especial sobre cómo reconocer los síntomas del ictus. Podía servirme en algún momento.

Me interrumpe el timbre. Debía ser mi amiga Isabel, debía pasar a darme las fotos que había hecho en el último mes. Habría gastado una fortuna también esta vez. Suspiro y pasándome la manta por los hombros abro sin comprobar quién estaba detrás de la puerta.

«Isab...»

O.Dios.Mío. Regina estaba frente a mí con un paquete en la mano (también tenía un lazo) y una expresión en el rostro que parecía solo turbación. Cierro rápidamente la puerta. Corro hacia la habitación, tiro la manta sobre la cama y me pongo los primeros leggins que encuentro. En menos de un minuto (visiblemente sofocada) vuelvo a abrir la puerta. Ella estaba aún ahí, con una sonrisa estampada en la cara.

«Hola Emma» dice poco después

«Siento haberte cerrado la puerta en la cara, estaba...»me doy la vuelta para justificar de algún modo mi pésima vestimenta, pero ella me interrumpe

«No se preocupe, tendría que haberla avisado de que iba a pasar, quería traerle esto» me tiende el paquete «para pagarle por el regalo del otro día»

Alargué la mano sin dejar de mirarla. ¿Por qué estaba siempre tan perfectamente vestida y maquillada? ¿Acaso se ponía un pijama? ¿Y pantuflas? Interrumpo mis pensamientos sacudiendo la cabeza. Su manera de mirarme como si quisiera comerme en cambio no había desaparecido.

«Gracias, pero no era necesario, espero que esté mejor» digo poniéndome un rizo del pelo detrás de la oreja. Me mira sonriendo, y por un momento su mirada va más lejos, como mirando de reojo hacia el interior de mi casa. ¿Querría entrar? ¿Por qué quería entrar? Sí que quería entrar, se lo leía en los ojos. Incómoda, ella rompe el silencio.

«Bueno, me voy» da un paso hacia atrás «logré arreglar la cocina aquel día» su voz cambia de tono. Era calmada, seria. Se iba a dar la vuelta cuando mi cerebro se desliga de la boca, o más bien, la boca se desliga del cerebro y pronuncia extrañas palabras

«¿Quiere entrar? Estaba bebiendo chocolate, pero puedo hacer un té, si lo desea, o un vaso de agua...en fin» comienzo a gesticular «lo que quiera» me encojo de hombros. La expresión de su rostro me da a comprender que no estaba esperando otra cosa.

«Con mucho gusto, gracias» Separo ligeramente mi cuerpo hacia la derecha para dejar espacio para que pasara. Impecable sobre sus tacones de doce centímetros color perla, atraviesa el umbral de mi casa. Cierro lentamente la puerta mientras la reina de los infiernos se para para esperarme.

«Se ve que en cuanto a vestimenta tenemos estilos completamente diferentes» digo para relajar la tensión, agarrando la manga del enorme jersey beige que me dejaba al descubierto el hombro. Se echa a reír antes de decir

For fair, for loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora