Emma

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Ella no se fiaba de mí y yo no conseguía soportarlo. Quería que confiara en mí, quería entrar en su alma, quería comprender los motivos de su dolor, pero no me dejaba hacerlo y no tenía sentido estar en su casa si no me dejaba entrar en su corazón.

Me pongo de nuevo el bolso en el hombro. Alargo la mano para tomar el picaporte.

«¡Porque te amo!»

Mi mano se detiene a mitad de camino. El aire a mi alrededor, de repente, parece desaparecer. No logro creer en sus palabras.

Cierro los ojos que ya estaban ardiendo por las lágrimas. El corazón parece un tambor enloquecido y el pecho me dolía. ¿Era ese el motivo de su miedo? ¿Su amor por mí? ¿Podía ser una válida justificación?

¿Qué habría hecho yo en su lugar?

¿La amaba yo?

Mi mente pergeñaba demasiadas preguntas y yo necesitaba mirarla a los ojos. Bajo el brazo, respiro profundamente y la miro.

Sus labios tiemblan de miedo. Su rostro está bañado en lágrimas.

Todo está más claro en el momento en que sus ojos se cruzan con los míos. Bajo el hombro derecho, el mínimo movimiento que servía para dejar caer al suelo el bolso. Me giro completamente y tras dos pasos llego a sus labios. Cálidos, dulces, húmedos. Le agarró el rostro mientras su boca se abre para morder mi labio inferior.

La odiaba y la amaba. No hacía otra cosa que alejarme y me dolía. Pero ahora ya no lo haría. La estrecho a mí con fuerza, como para hacerle comprender que quería todo de ella. Quería que me perteneciese.

Su perfume era una droga. La habitación aparece frente a mis ojos sin darme apenas cuenta, en el espejo que reflejaba la cama, sobre el mueble en el que había hecho sentarse a Regina. Su cuerpo perfecto se adapta al mío y descubro con placer que sé desabrochar su sujetador con una sola mano. Sus manos se insinúan en mis pantalones, desabrochándolos, y en ese momento mis pulmones retoman aire y al cerebro llega un poco de oxígeno.

Y levantó los párpados de nuevo.

Sus ojos negros me golpean en medio del pecho como un puñal. Las pupilas casi totalmente dilatadas hacen que sus ojos parezcan todavía más luminosos y una sensación nunca experimentada se ancla en el estómago. Le agarro las manos que aún ceñían mis caderas.

«Yo también te amo» Le rozo la mejilla con el índice y sonrío. Veo sus ojos bañarse de lágrimas, pero no me permite consolarla. Me besa de nuevo empujándome hacia la cama. Sentada sobre mí, me quita lentamente los pantalones. Era una visión. Un cuerpo perfecto yacía sobre mí y yo no tenía ni la más mínima idea de qué hacer. Sentía el calor ascender por mi bajo vientre, mientras su boca tomaba posesión de mi cuello.

Mientras me besaba, sentía su pecho desnudo sobre el mío y en aquel instante pierdo toda lucidez. Mi boca desciende por su cuello y sus pechos. Su piel perfumada estaba ardiendo, caliente bajo mi toque. Sus pechos prietos y perfectos...me gustaba tocarlos.

No me sentía fuera de lugar. Estaba absolutamente en mi sitio.

Aquel cuerpo, aquellas manos, aquella boca...su sabor y su perfume. Agarro un pezón con los dientes y ella arquea la espalda. No sabía qué podía darle placer a una mujer...pero sus reacciones me sugerían que iba por buen camino. Sus manos en mis cabellos me invitaban a volver a su boca. Le aferro las caderas con el brazo y para pegar su cuerpo al mío clavo las uñas en sus nalgas.

Mi control se había escapado. Jadeaba bajo cada toque suyo que era totalmente perfecto. Su mano rozaba mi abdomen, algo más arriba de las bragas y me preguntaba por qué dudaba tanto. ¿Quizás por "mi primera vez"? No quería esperar más. Lentamente le rozo la barriga y con el índice recorro el contorno de sus abdominales. Desciendo más abajo hasta el interior de sus muslos y ella empuja su pelvis hacia mí. No necesitaba nada más.

For fair, for loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora