Emma

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Regina tenía un hijo. En el fondo lo sabía, pero escuchar esa vocecita pronunciar la palabra "mamá" me había literalmente chocado.

Y ella no me había mirado.

No había tenido la necesidad de explicarme.

No me había dado las gracias.

Fue como si no estuviera allí. Había cogido al niño en brazos y lo había estrechado como a un tesoro preciado. El niño estaba visiblemente empapado y tenía frío. Era mejor no dar un espectáculo en el pasillo, la gente seguramente había hecho preguntas.

Recojo el bolso de Regina que había caído al suelo, ella ni se había dado cuenta. Saco las llaves y abro la puerta, intentando no asustar al niño ni a Regina. Meto dentro su maleta y mi bolso, para dejar libre el rellano. Cierro despacio la puerta y me quedo en una esquina observándolos.

Lo tiene aferrada a ella por algunos minutos, mientras él continuaba llorando y sollozando. Me sentía totalmente fuera de lugar en aquella casa. Soy una extraña que observa un momento demasiado íntimo. Me siento culpable.

Deja al niño en el suelo, intentando calmarlo y después de algunas frases de ánimo, con una dulzura digna de la mejor mamá del mundo, lo convence para darse un baño antes de decidir qué hacer. Continúo mirándolos mientras se dirigen hacia el baño. Y solo entonces ella se para, como si solo en ese momento se hubiese acordado de mi presencia.

«Emma, creo que necesitaré algo de tiempo para resolver este problema. Te llamo apenas pueda, ¿ok?»

Asiento antes de decir un "ok" encogido. Pero ella ya estaba en el baño con Henry. Cojo el bolso, perfectamente consciente de que todas las palabras y sentimientos expresados ese fin de semana tendrían un peso insignificante en su vida ahora que el niño estaba de nuevo con ella.

Salgo de aquella casa casi en trance, incapaz de controlar la sensación de desfallecimiento que crecía en mí. Subo las escaleras que me separan de mi casa arrastrando el bolso que golpeaba en cada escalón.

La perfección de un amor dura solo una semana en mi vida. Ella me había hecho caer, levantarme y ahora estaba de nuevo por el suelo y ella no se daría la vuelta para salvarme porque un pequeño de siete años (creo) dependía totalmente de ella. Yo soy una mujer adulta y como tal se espera que sobreviva sola. Los bolsos acaban al lado de la puerta.

Me siento en el sofá y me quedo mirando al vacío durante casi una hora con el teléfono en la mano. Sabía que no me llamaría, por lo menos no después de una hora solamente. El tiempo no habría pasado nunca si me hubiera quedado allí petrificada, así que decido vaciar el bolso y lavar todo lo que había dentro.

Llevo el bolso al baño, lo abro y echo todo en el suelo. Divido con atención lo delicado de lo no delicado...así perdería un tiempo precioso y no me volvería loca esperando esa llamada que quizás nunca llegaría.

Después de haber lavado a mano minuciosamente todas las prendas delicadas, haberlas tendido, y haber tendido también todo lo lavado en la lavadora, haber planchado la ropa atrasada, incluido ropa interior, calcetines, toallas y sábanas, levanto la mirada hacia el reloj. Todavía eran las diez.

¿Qué otra podía hacer? ¡Claro! Una ducha.

Me meto bajo el chorro del agua caliente, pensando en las palabras que Regina podría utilizar para alejarme, para estar con su amado hijo, perdido y encontrado. Me pongo en su piel. ¿Qué habría hecho yo en su lugar? ¿La habría alejado? Me llevo las manos a la cara, echándome hacia atrás los cabellos.

Cuando decido cerrar el agua ya son las once de la noche.

Una hora bajo el agua y me sentía exactamente como antes.

For fair, for loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora