Regina

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La audiencia preliminar fue bien.

Aquella mujer, afortunadamente, no había objetado frente a las fotos que mostraban los hematomas del hijo, fotos que habían sido sacadas por el médico como pruebas. Los jueces me habían dado la custodia de Henry. Vivía de nuevo conmigo. Había recobrado peso, lo había matriculado a la piscina y por las tardes, en días alternos, hacía los deberes con los amiguitos.

La tarde siguiente a su vuelta desvalijamos el centro comercial. Hacía falta de todo, desde ropa hasta juguetes. Pero a él parecía no interesarle. Quería estar abrazado a mí casi todo el tiempo y yo lo contentaba.

No dormía nunca solo, yo debía estar a su lado y abrazarlo y cantarle una canción. Aquella mujer lo había completamente destrozado. En la sala, al ver a la madre, comenzó a temblar, temblor que solo pasó cuando a la salida le expliqué que se quedaría conmigo.

Había vuelto a casa para coger los documentos para llevar al abogado. La adopción debía empezar lo más pronto posible.

Había pasado por detrás, porque en la entrada estaba la señora de la limpieza fregando el suelo y me parecía poco respetuoso arruinar el trabajo apenas terminado. Atravieso la entrada del aparcamiento y la veo. Como un rayo entra en el coche y sin pensarlo dos veces, también como un rayo, voy hacia ella.

Para mi suerte no arranca rápidamente y tengo tiempo de tomar aliento antes de tocar en la ventanilla. Ante el susto, se golpea la cabeza y con mirada visiblemente enfadada se gira hacia mí.

Y su expresión cambia. Los ojos se enternecen, parece casi sonreír.

Baja rápidamente la ventanilla.

«Hola» tomo aire antes de hablar

«Hola, Regina, ¿ha pasado algo?»

Su voz era divina y me faltaba hasta enloquecer. Tenía a Henry entre los brazos, pero soñaba con ella todas las noches. Henry llenaba mis días, pero las noches...era ella quien llenaba las noches.

«No, no ha pasado nada, quería solo saber cómo estabas»

«Oh...yo estoy bien, gracias» se toca delicadamente el abdomen. Sus labios estaban rojos como si estuviesen pintados, los cabellos caían en cascada por la parte de atrás del cuello y los ojos tenían una luz diferente.

«¿Henry está bien?» no me esperaba que preguntase por él.

«Oh, sí, está muy bien. Está en el colegio, he pasado por casa para recoger unos documentos para la oficina y he visto que habías subido al coche y...»

«Entiendo. Estoy contenta de que todo vaya bien, ahora tengo un poco de prisa, tengo que irme»

«Yo...» las palabras se bloquean allí, en las cuerdas vocales. Quería gritar, pero nada salía. Y ella parecía impaciente por marcharse.

«¿Querías decirme algo más?»

Sí, Emma, quiero decirte que te amo, que quisiera que me esperases, que estoy segura de que nuestro momento llegará, que viviremos felices con Henry y que podremos tener otros hijos. Que tendrían tus ojos y tu pelo, y que...

«No, puedes marcharte. Adiós Emma» me limito a decir.

Apenas sonrío antes de darme la vuelta y marcharme. Cruzo el umbral posterior y cierro la puerta tras de mí mientras el ruido del motor la aleja de mí, de nuevo.

CUATRO MESES DESPUÉS

Abro la cancela roja.

Podía percibir claramente su perfume. No había tenido el valor de volver a aquella casa después del fin de semana con Emma, pero Henry había insistido tanto que ya no podía postergarlo.

For fair, for loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora