Capitulo 1: El despertar del primer acto

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Me desperté con la sensación de que mi sangre se había transformado en escarcha y pequeños fragmentos de hielo rasgaban las arterias de mi cuello lentamente, mi respiración era tan rápida como el descontrolado latido de mi corazón y mi visión borrosa solo ocupaba un pequeño espacio en mi mente, el recuerdo de hace unos pocos segundos se marchitaba poco a poco como una rosa consumida por el invierno. Recordé un último fragmento de mi pesadilla, el frio de una mano de dedos blanco azulados como el hielo estrangulándome el cuello y la terrorífica sensación de sentir como mi último aliento pasaba junto a un espectro de ojos vacíos de emoción.

Respire lentamente y me levante de la cama acariciándome el cuello, camine por el oscuro pasillo rozando la pared de mi izquierda con los dedos, de vez en cuando me apoyaba en ella y descansaba mi respiración unos segundos hasta tranquilizarme, busque el pomo de la puerta en la oscuridad, entre en la habitación con un inaudible suspiro y encendí la luz. Era un baño pequeño, de no más de 1 metro cuadrado, donde aduras penas cabía un retrete y un espejo colgado en la puerta, siempre que me fijaba me rondaba por la cabeza a quién demonios se le pudo ocurrir que a la gente le gustaba verse en el espejo mientras hacia sus necesidades tranquilamente, pero esta vez lo agradecí, bendito sea el idiota al que se le ocurrió... Me senté en el váter sin levantar la tapa y miré mi reflejo, tenía el pelo negro azabache revuelto con algunas partes levantadas como pequeños cuernos sobre mi cabeza, unos ojos medio asustados medio cansados, que parecían debatir entre ellos que emoción tenían que mostrar. Tenía los labios azules por un frio que no sentía en ese momento y el cuello... Como siempre en perfecto estado, me lo mire con cuidado, levantando la barbilla para inspeccionarlo mejor, ni una marca otra vez. Suspire de forma pesada, ahora sí que mis ojos parecían cansados, intente mostrarle una pequeña sonrisa a mi reflejo para ver que este me devolvía una mueca forzada. Tiré de la cadena y me fui del baño arrastrando los pies, ¿no iban a acabar nunca esas pesadillas? ¿Y peor aún... podía llamar pesadillas a algo que no recordaba?

Lo que, si sabía, lo que sentía era que eso no era normal, no eran sueños normales y tenía que averiguar cómo hacerlos desaparecer y si eso era imposible porque aparecían. Me tumbe en la cama sin taparme con las mantas, ahora tenía calor, y mire a un punto fijo en la oscuridad, hora de volver a entrar en el sueño...

***

-Saito...

-Saito despierta

-Saito despierta o llegaras tarde al desayuno

Una suave voz me estaba llamando y aunque ya estaba un poco despierto intente hacerme el dormido para ver si la voz se cansaba y me dejaba dormir un poco más.

-Muy bien, pues te dejo aquí tirado, a ver qué haces yo te e avisado...

Escuché unos pasos y el sonido de una puerta cerrándose para asegurarme abrí mi ojo izquierdo, y vi a una mata de pelo castaño dorado parada frente a mí, se giró rápidamente y salto sobre la cama, aplastándome las piernas.

-AHHH! Grite sorprendido y un poco dolorido- oye que eso ha dolido Patricia. - Patricia era una chica de 16 años que había sido mi amiga desde que tenía memoria, era alta, bastante inteligente y debería añadir que la mitad de los chicos del internado la seguían como cachorritos.

-Sabía que estabas despierto...-Dijo Patricia con una malvada sonrisa, me pegó un puñetazo en la pierna derecha, que o porque esa chica era un genio del mal o por mi mala suerte le dio directamente a un nervio, durmiéndome la pierna con un fuerte escalofrió.

- ¡Ay! ¿Se puede saber a qué venia eso?

-Es un castigo por intentar engañarme, como si fuera tan fácil... Es una ofensa que creyeras que funcionaria conmigo. - Dijo mientras se levantaba de la cama, se aliso con la manos la falda y me miro con una chispa de diversión en los ojos.

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