Saito despertó en las duchas de la residencia masculina, se palpo la cabeza con dolor y descubrió un hilo de sangre deslizándose por las finas líneas que se le dibujaban en la frente "entonces todo ha sido... ¿una pesadilla?" El joven sintió un fuerte dolor de cabeza, el repiqueteo del agua sobre él era un tormento infernal. Se levantó a duras penas y salió del habitáculo, observando las duchas de donde había salido suspiro y se decidió a mirar la herida de su frente en el espejo, allí llego a la conclusión de que necesitaba asegurarse de que había sido una pesadilla.
-Yo... yo nunca haría daño a Patricia... ¿Verdad? -
Alguien golpeo la puerta de los lavabos con agresividad, sobresaltando a él joven.
-Sera mejor que quien sea que este ahí acabe de ducharse ¡YA! - Saito trago saliva y agudizo el oído. - Estos niñatos de hoy en día se pasan en la ducha la mitad de su vida... Como pille de nuevo a esa parejita me van a oír.
Se vistió como pudo empezando por los pantalones y corrió a abrir la puerta, tras ella había un hombre de mirada evasiva y furiosa, contradicción que sorprendió a nuestro protagonista, finalmente el viejo miro de soslayo al niñato frente a él, analizándolo como un escáner de arriba abajo, cuando se disponía a abrir la boca con algún que otro insulto, Saito le sorprendió con una disculpa sincera, una sonrisa entrecortada por el dolor sordo y una explicación de cómo se había desmayado y golpeado la cabeza contra la ducha, aparte de eso y para recalcar su historia, el joven mostro su mano ensangrentada al conserje, este observo al niñato con una mirada entre la sorpresa, la culpa y la preocupación, chasqueo los dedos en señal de confirmación consigo mismo y arrastro al joven a un pequeño armario bajo las luces del baño con una cruz roja dibujada en su portezuela, agarro la mano del joven y la limpio delicadamente con un áspero trapo ajado, le pidió que se agachara e inicio el trabajo por el que originalmente había entrenado sus manos. El anciano le explico una historia al paciente mientras trabajaba en su cura. Le explico como en sus años mozos había ingresado en la escuela de medicina y como debido a una enfermedad de su padre tuvo que dejar los estudios y empezar a trabajar de conserje en un colegio de escuela primaria, tras abandonar sus sueños definitivamente, acepto la extraña idea de que quizás algún día se enamoraría o volvería a la escuela, con pesar el anciano suspiro justo antes de confesar como al final todavía no se había cumplido ninguna de esas gracias, admitió haber mantenido alguna que otra relación con unas pocas profesoras pero nada definitivo a la hora de rendir cuentas, por último se metió ligeramente en el precioso terreno de los chistes verdes y juventud y vejez se permitieron reír juntos una última vez.
-Bueno, creo que ya está. - dijo el aspirante a medico mientras retrocedía unos pasos para contemplar su obra.
- ¿Se refiere a un "creo" en el buen sentido o en el malo? - pregunto el paciente de ojos azules con una sonrisa pícara.
- ¿Seguro que no quieres que te habrá una nueva herida para que las compares? - respondió el conserje con una ceja levantada y un tono bromista.
-Mmmm... Creo que esta vez pasare de la oferta "doctor"-Replico el joven entre risas.
-Largo de aquí antes de que cambie de opinión.
- ¡Gracias por todo "Doc."!
-Y ahora van y los jóvenes me ponen motes...- La puerta del baño rechino con la salida de Saito. - Supongo que no todos aquí son unos niñatos. - Susurro el hombre con una sonrisa medio escondida de satisfacción.
Lo primero que hizo Saito una vez fuera de las duchas fue encaminarse a zancada limpia hacia la secretaria del internado ignorando las miradas de soslayo que los estudiantes lanzaban a su reciente vendaje. La secretaria observo inquisitivamente al apuesto joven, prestando especial atención a sus ojos oceánicos, labios de rojo pálido y barbilla firme. Se ruborizo ligeramente para deleite del estudiante, que decidió aprovecharse de la situación y sonriendo seductoramente pregunto si alguien había asistido a la enfermería en los últimos días. Tal como se esperaba no había ocurrido nada especial últimamente, por lo que todo había sido una pesadilla, Patricia estaba bien. Saito acaricio la lagrima de zafiro que colgaba de su cuello, sabía que él jamás haría daño a Patricia, ¿pero y su yo del colgante? ¿Y La voz? "Solo me queda preguntarle yo mismo" Con esta idea en mente el joven de cabello azabache se encamino a un lugar más privado, como su habitación, por ejemplo.
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Nosotros entre Yo
AdventureDespertó con el beso de la victoria en los labios, con la transformación de su carne en la mañana y con la división de su alma en la plata del zafiro. Su vida a dado un giro brutal, nadie es quien dice ser, ni tan siquiera el mismo se conoce... Inic...