Capitulo 19

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Una sombra se deslizaba entre caricias a través de las paredes del internado, la Luna le alumbraba tras las ventanas la dirección que sus ojos debían seguir y las puertas que sus manos debían abrir. El intruso se detuvo frente a una puerta de azul desgastado y pomo revestido de acero inoxidable en forma de manilla, una cerradura primitiva descansaba sobre este. El aire estaba limpio y fresco, unas briznas de viento se colaban bajo las ventanas de los pasillos tras e joven y le alborotaban imperceptiblemente el cabello, se oían grillos a lo lejos, un gato en celo maulló, los coches de la ciudad rugieron con aburrimiento y dos brillantes clips salieron juguetonamente de entre los dedos del noctambulo, los doblo con paciencia y diligencia, el metal se doblaba bajo sus pálidos dedos con una facilidad asombrosa y a su vez quedaban rígidos como el acero templado en cuestión de un pestañeo tras sus movimientos. Una mano calentaba el metal con la gracia del fuego mientras la otra lo enfriaba con la elegancia del hielo. "Trabajo de un ambidiestro aburrido damas y caballeros..." pensó el joven de cabello nocturno. Una vez acabado el trabajo una ganzúa casera reflejaba la luz lunar sobre la mano del artesano, este la inserto en la cerradura de la puerta y agradeció para sí mismo que la seguridad de la misma fuera tan primitiva, sabía que no tenía experiencia suficiente como para encargarse de una cerradura profesional.

El noctambulo abrió la puerta tirando del pomo hacia sí mismo para así, con la fricción de las junturas del pomo con la puerta presionadas, no emitir ruido alguno al abrir. Entro en la sala y se dirigió a un armario cerrado de donde salían varios cables en dirección a la toma eléctrica con un candado de aspecto lujoso protegiendo las portezuelas del mueble, el ladrón se detuvo, observo el cerrojo. Era un cerrojo de combinación de seis dígitos, algo no muy sencillo de adivinar al azar... Pero eso no le era necesario. El noctambulo agarro con una mano la barra para marcar las combinaciones de dígitos mientras con los dedos de la otra sujetaba el asa metálica que quedaba atrapada en la barra, cerrando de esta forma el interior del mueble. La mano que sujetaba la barra se calentó de forma continuada hasta dilatar de forma imperceptible la maquinaria, a su vez la otra mano enfriaba el asa metálica, contralándola tenuemente. El asa, más pequeña debido a su contracción que los orificios de la barra que la sujetaban, los cuales además se habían expandido por el calor, simplemente se soltó, se hizo un chasquido y el joven abrió el armario sin dificultat. "Me pregunto que más puedo llegar a hacer con este juguetito..." pensó el joven de ojos fríos frotándose las manos. Sonrió con las posibilidades.

Entre las clavijas de ordenadores solo uno estaba desordenado y a la vista sobre los demás de su casta, solo un ordenador aguardaba que lo agarraran fuera de los estantes, mal colocado junto a su cargador en la parte superior del mueble. Eran el ordenador y cargador número 13. "Como no..." susurraron dos voces iguales en su mente. Agarro el ordenador, cerro el armario, utilizo su habilidad para cerrar de nuevo el candado y cerró la puerta de la clase tras de sí al salir.

En su habitación, Marck esperaba con unas incipientes ojeras bajo sus ojos, saludó a su amigo mientras sorbía de forma casi silenciosa un poco de café de una taza cercana que rezaba "El mayor ligón" junto a un corazón rojo atravesado por una flecha escarlata.

- ¿Tenías que agarrar el 13? - Pregunto el joven hacker. -Da algo de mal rollo tío...-

El joven del zafiro simplemente se encogió de hombros.

-Recuerda no decirle nada de esto a Patricia, Marck. -

-Descuida tío, para eso están los amigos ¿No? - El adolescente de pelo rizado carraspeo- Por cierto...-

- ¿Si? - Pregunto el joven noctambulo con una sonrisa inocente.

- ¿Ya me devuelves mi diario por favor? - Replicó el amigo con una sonrisa abatida en respuesta.

-En realidad no lo tengo. -

- ¿Eh? -

-Lo que has oído, no lo llegue a coger. Ni siquiera sabía que tenías uno, simplemente tenías pinta de escribir un diario y fingí que lo había robado, dije unas pocas cosas ambiguas para que me creyeras y objetivo cumplido. -

-Serás capullo...-

- ¿Debo recordarte que ahora sé que tienes un diario? -

-Vale, vale... Tu ganas tío, pero no se te ocurra fisgonear en mis cosas. -

-Sí, sí, lo que tu digas. - Respondió Saito con un movimiento distraído de mano que se podía hacer pasar por: "adiós" o "largo de aquí" .

-Veamos...- Dijo Marck concentrado en su trabajo con el portátil, escribía sobre una misteriosa pantalla de comandos ordenes en séudoidiomas difíciles de entender para muchos de los humanos. Cuando el mejor amigo acabo Saito le abrazo con gratitud.

Ahora podría buscar información sobre el colgante a todas las horas del día, cada vez estaba mas cerca...

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