20. El incomparable e inigualable Volcamon

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Para cuando se dio cuenta, estaba siendo cegado por su propio sudor. No sabía cómo podía seguir en pie después de estar un día entero sin comer, y luchando. Si no vencía a aquel Gomamon o digievolucionaba, permanecería encerrado otro día más.

Cubmon había perdido el sentido del tiempo en aquella cárcel. Tres veces al día, lo sacaban y luchaba para ganarse el alimento. No entendía el porqué de tanta prueba si al final todos volvían a ser encerrados.

Odiaba la idea de tener que hacer daño a aquel Gomamon. Se trataba de un Gomamon algo violento y solitario, nunca había caído bien del todo a nadie, y a pesar de no poder usar ataques a distancia se defendía muy bien en el cuerpo a cuerpo. Pero era inocente.

Ambos estaban muy agotados. No paraban de luchar sin apenas dormir ni alimentarse, y no parecía que la situación tuviera algún fin concreto. Los guardias animaban la pelea, y de vez en cuando lanzaban algún objeto bruscamente, para asegurarse de que no se quedaban quietos.

— ¡Vamos, gatito! ¡Dale una buena tunda!

— ¡Venga, Gomamon! ¡Que vea cómo rompes el hielo!

— ¡Reviéntalo!

— ¡No dejes que respire delante de ti!

"Estoy cansado... no... no puedo más..."

Con la cola chamuscada de tanto hacer su Bomba Sorpresa, se abalanzó sobre Gomamon rodeando el cuello con sus brazos. Se daba asco a sí mismo por luchar de manera tan sucia, pero no tenía más remedio. Era aquello o la muerte.

Pensando en aquellas circunstancias que lo azotaban, se le escapó una lágrima deseando que algo lo librara del sufrimiento. Fue entonces cuando Gomamon, entonando un desgarrador grito, brilló cambiando de forma para volverse un Gesomon.  

Cubmon se quedó sentado, casi incapaz ya de asustarse por la pelea cada vez más descompensada

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Cubmon se quedó sentado, casi incapaz ya de asustarse por la pelea cada vez más descompensada. Sin embargo, antes de que Gesomon pudiese ponerle un solo tentáculo encima, un Musyamon alzó el brazo llamando la atención.

— ¡Se acabó! ¡Tenemos a uno válido! Gesomon, has vencido. Eres libre, ven conmigo. Nagamon, examina al minino. No vaya a ser que se nos muera.

— ¡Ahh, por fin libre! ¡Nos vemos, idiotas!

Fantaseando sobre su nueva vida como calamar, Gesomon abandonó el lugar, y nadie supo qué le ocurrió. Cubmon se permitió el lujo de acostarse en el suelo. No tenía fuerzas para nada.

— ¡Oh, no, no, no, no, no, ni hablar del peluquín! ¡Vamosss, levanta! — un nervioso Nagamon con gafas redondas lo recogió y tiró de él hacia arriba — Tch tch tch. ¡Esto esss lo que pasa por no daros ración de carbohidratos! ¿Tan difícil es entender que, sin azúcar que metabolizar, el cuerpo no funciona? Cielo sssanto, ¿qué despropósssito de dieta os dan?

— N... Nagamon... Tú...

— Ah, no te equivoquesss, hijo, yo sssoy el médico del cassstillo. Pero voy a tener que hacer también de nutricionisssta o te mueres aquí en el campo de batalla. En el fondo me alegro de que essse fuera válido...

Digimon Extend I: La leyenda de los niños cambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora