26. Unidos en la hora más oscura

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Archelomon y los Digimon que él cuidaba no eran capaces de acabarse el sukiyaki. Dejaron sus platos a medias y se abrazaron todos juntos. Todos, incluso el propio Archelomon, estaban muertos de miedo. La niebla que reptaba entre los troncos muertos se hacía cada vez más espesa, y podían oír truenos por todos lados. El pobre Digimon quería compartir algunas palabras de esperanza, pero estaba temblando demasiado como para hablar.

De todos los Digimon afectados por el Sacrificio Oscuro fluían caminos de datos bajo tierra, concentrándose en la lejanía. En aquel lugar se formó una nube negra, como si fuese una sombra viviente con aspecto encorvado, a medio emerger del suelo.

— Eso es... entrégadmelo todo.

— ¿Quién tetete da dereeeecho a hacer esto? ¡Monstruo! — gritaba Sketchmon sin soltar a Monmon — ¿Quién... te crees que eres...?

— ¿No lo he dejado bien claro? Porque parece que no lo habéis entendido. Yo soy el dios que se mueve entre las sombras, las mismas sombras que acechan en los corazones de todo ser viviente. Cuando alguien se acerca a mí, yo le doy el poder para digievolucionar, y lo hago alimentando esas sombras que encierran en su interior — el espectro comenzó a tomar una forma más detallada y una postura más recta, ahora que tenía fuerzas para mantenerse en pie — Y ahora veo que sois de lo más testarudo que he encontrado en mi camino, pero yo lo soy más, mucho más. Así que me habéis obligado a recoger los frutos de mi cosecha.

— ¿Para esto quieres un maldito ejército? — masculló Apollomon — ¿Para luego luchar solo?

Algunos de los soldados comenzaron a experimentar desdigievoluciones, regresando a etapas anteriores de su vida, y el flujo continuó robando sus datos lentamente.

Monmon no pudo aguantar más, y su cuerpo se redujo, involucionando a una Tanemon.

— Sketchmon... no te preocupes por mí... no me duele... — mintió — Nunca pierdas la sonrisa, por favor...

— ¡DETENTE, POR LO QUE MÁS QUIERAS! ¡YA BASTA! — Neptunemon lanzó su Mordisco del Rey hacia el espectro, pero esta tan sólo lo atravesó, volviendo a su mano mientras Goupemon seguía recuperando su forma.

— Esta técnica sólo es un último recurso... un último recurso que no uso desde que alcanza mi memoria... ha pasado tanto tiempo... tantos, tantos siglos intentando llegar a este mundo — la sombra se volvió opaca, creciendo a medida que su voz cobraba fuerza y se volvía algo más profunda — ¿Y voy a permitir que unos insectos como vosotros lo estropeen todo? No, no...

El ambiente comenzó a hacerse aún más pesado de lo usual, y el suelo se ennegrecía y se agrietaba por doquier. La tormenta aumentó su intensidad mientras las nubes se hacían más densas, y cayeron los primeros relámpagos.

Ceresmon sólo miraba a todas las víctimas perder sus datos sin poder remediarlo. Esperaba que su toque de alguna manera los curase, pero era inútil. Estaban destinados a morir.

— Ya... ya es hora... — creciendo hasta recuperar su tamaño normal, Goupemon alzó los puños con fuerza — ¡Más, más deprisa! ¡Dadme más poder!

— ¡NO! — replicó Sketchmon — ¡PARA YA! ¡¡PARA!!

El efecto de la técnica se aceleró, y las víctimas comenzaron a caer una tras otra, estando unos meros segundos en su forma Bebé antes de desvanecerse en datos que irían a parar a Goupemon. Tanemon intentaba con todas sus fuerzas mantenerse estable, pero su cuerpo no respondía, y retrocedió hasta ser una minúscula Nyokimon.

— Nos vemos, garabato...

— ¡NYOKIMON, NO! ¡NOOOOOO QUIERO QUE MUERAS! ¡POPOPOR FAVOR... QUÉQUÉQUÉDATE CONMIGO! Tú... tú eres... eres buena... no te lo mereeeeeces...

Digimon Extend I: La leyenda de los niños cambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora