23. La costa de los parásitos. Enfrentando al miedo

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Apollomon miró a su alrededor, gratamente sorprendido. La tierra había perdido todo su color, y la antes jugosa miel de los árboles se había vuelto una masa grisácea.

— ¿Q-Qué ha sido eso?

— Es la ola de muerte — comentó Tentomon — Este lugar está justo al lado de una zona completamente sumida en la oscuridad. Lo raro es que, algunos días, el límite de esa zona se hace más grande, y acaba por consumir los alrededores... parece que ya le ha tocado a nuestra propia casa.

— Seguro que proviene de donde está Goupemon — concluyó Apollomon entre dientes, cerrando un puño — ¿Por qué creéis que hace esto? ¿Sólo por maldad?

— Nadie lo sabe — respondió Kunemon — Pero esta ola avanza cada vez más rápido, y lo deja todo seco, estéril y sin vida. Y vuelve el agua ácida...

— Rayos... un momento. ¿Has dicho agua ácida? ¿Como la lluvia ácida de Isla File?

— ¿Esa lluvia? ¡Buf! Aquí tenemos más, mucha más — comentó una Dokugumon — ¡Siempre me rompe mis telarañas!

— Increíble... tengo que ir hacia... hacia...

Apollomon se sostuvo la cabeza, empezaban a fallarle las fuerzas. Presintiendo que iba a dejar de levitar en cualquier momento, varios Dokugumon hicieron una telaraña para amortiguar su caída, pero fue un Digimon bebé lo que atraparon. Sin sorprenderse en absoluto, comenzó a usar su chupete.

 Sin sorprenderse en absoluto, comenzó a usar su chupete

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— ¿Qué le pasa a este ahora? — vociferó Kunemon.

— Me parece que lo tengo... — Tentomon se llevó una pata a la cabeza — Creo que es la primera vez que llega a ese nivel. Así que es normal que se canse rápido, sobre todo si es un humano... y el pobre lleva un tiempo sin comer en condiciones. Digievolucionar desgasta mucho, por eso se ha vuelto un bebé.

— Ah, bueno, qué pena. ¡En fin! ¡Nos vemos, gente! — se despidió Kunemon — ¿Eh? ¿Qué hacéis? ¿Por qué me miráis así?

— Ehhh... Kunemon... — inquirió un MegaKabuterimon — ¿Seguro... que no sabes dónde está ese castillo?

— ¿¡CÓMO!? ¿Estáis locos? ¿Es que Tyrant os ha terminado de freír el cerebro?

— Queremos luchar contra ese imbécil — declaró un Dokugumon — Nos ha dejado sin hogar, sin comida, sin nada...

Los Okuwamon asintieron con ganas.

— Ah no, ni hablar... — Kunemon les dio la espalda — Sé en qué dirección se va, porque por ahí iba y volvía Tyrant un montón de veces, pero ¡no pienso ir con vosotros!

— Es que no tienes por qué venir con nosotros — replicó MegaKabuterimon.

— Sí... — se rió Tentomon — Puedes quedarte aquí solo, si quieres.

— ¿S-S-S-Solo? — tartamudeó Kunemon, tragando saliva.

— Una hora antes —

Al este de aquel páramo al pie del volcán, había un lugar mucho más frondoso, con un espléndido microclima que ahuyentaba parcialmente el frío invernal. Deslizándose por el barro con habilidad, Shanimon se entretenía haciendo una carrera con los dos Penguinmon que lo acompañaban.

Digimon Extend I: La leyenda de los niños cambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora