Aunque acababa de amanecer en la aldea Yokomon, la pesadilla no parecía haber acabado.
— ¿Pero dónde se ha metido Monmon? — gritaba Lucas histérico.
— ¿Creéis que se habrá caído aquí dentro? — dijo Víctor asomándose al pozo.
— Pero... ¿por qué no nos ha dicho nada? — se repetía Eli a sí misma.
— A ver, vamos a mirar en casa de Garudamon — dijo Lucas subiendo el montículo del pueblo.
— ¡No! — un Yokomon brincó justo delante de él — ¡No puedes hacer eso! A Garudamon no le gusta que entremos en su casa sin permiso...
— ¿Por qué? ¿Es que esconde algo? — preguntó Eli.
— ¡Ja, pues claro que no! — se enfadó Yokomon — ¡Él se quedó en la aldea para protegerla, así que nosotros respetamos su intimidad! ¡Y queremos que vosotros la respetéis también!
— Vaya, jamás se me hubiera ocurrido que entrar en casa de alguien sin su permiso estuviera mal, Lucas — dijo Víctor con sarcasmo.
— Es cierto... supongo que llevo tanto tiempo fuera de casa que se me han olvidado los modales. Busquemos en otra parte... — sugirió Lucas antes de quedarse mirando la casa de Garudamon un poco más, como si percibiera algo allí — Hm. Serán imaginaciones mías.
— En realidad... — dijo el Yokomon triste — creo que sé dónde está Monmon...
— ¿En serio? ¡Dinos Yokomon! — Eli cogió a Yokomon y se lo acercó a la cara — ¿Dónde está?
— Creemos que está en el País de los Juguetes. Siempre va allí cuando... le pasa lo de ayer. Lo de transformarse en Apemon.
— Apemon... el simio amarillo... Tenemos que ir a por Monmon. Es peligroso dejarla sola — Eli dejó a Yokomon en el suelo y fue a por la enciclopedia, pero Lucas la cogió del brazo.
— Espera, ¿cómo vamos a ir a otro país?
— En realidad lo de País es una forma de hablar — les informó Yokomon — Es más bien una ciudad, y no queda demasiado lejos si usáis el atajo.
— ¡Un atajo! ¡Estupendo! ¿Qué atajo? — dijo Lucas con estrellas en los ojos.
— Una hora más tarde —
— No me puedo creer que tengamos que pasar una maldita alcantarilla para acortar el camino. ¿Quién rayos diseña las cosas aquí? Ni que hubieran días de diferencia, preferiría pasar dos días en el desierto a media hora con esta peste — se quejó Lucas.
— Pues a mí no me parece para tanto... venga, ¡anímate, hombre! — dijo Víctor dándole palmadas en la espalda.
— Eso es fácil decirlo cuando tú no tienes que luchar... ya nos encargamos Eli y yo de hacer el trabajo sucio por ti.
Víctor se paró y dio un zapatazo en el suelo.
— ¿Pero se puede saber qué diantres te pasa conmigo? ¡Yo intento ayudar, de verdad! ¡Doy lo mejor de mí! ¡Y me esfuerzo, lo creas o no! Así que si me sigues criticando, ¡me parece que tus críticas me importan una mierda!
— ¿Ves? Ya te estás enfadando por nada, igual que en el lago. Como sigas tomándote cualquier tontería como un ataque personal, la gente va a rodar los ojos cada vez que abras la boca — le explicó Lucas moviendo mucho los brazos — Mira Víctor, algún día vas a tener que espabilar si quieres seguirnos el ritmo, sólo te digo esto por tu bien.
— ¿Queréis callaros y moveros de una vez? — gritó Eli sin girarse — A este paso no saldremos nunca de este antro. Guardaos vuestras tonterías para luego y moved el culo.
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Digimon Extend I: La leyenda de los niños cambiantes
Fiksi PenggemarEl mundo como lo conocemos va a cambiar. ¿Pero está preparado para hacerlo? En el año 2003, siete meses después de que los niños elegidos de todo el mundo se unieran para vencer a MaloMyotismon, tres niños de diez años descubren que tienen dispositi...