24. Una chispa de vida. Mostrando el verdadero poder

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— Gran Cañón de Isla File, 23 de julio de 1999 —

Era una abrumadora noche de niebla en aquel lugar seco y rocoso. Cualquiera que se hubiese asomado a aquel abismo sin conocer de su propio paradero, jamás habría dicho que al fondo se encontraba el mar.

La niebla era tan espesa que apenas dejaba ver la luna, mucho menos su reflejo en las olas. Un joven Digimon dudaba de si saldría vivo de aquella caída a la incertidumbre, y se quejaba frente a otro más grande.

— Ay ay ay... ¡Pero, que está muy alto!

— No seas quejica, alguna vez tendrás que superarlo. ¿No sientes curiosidad por dar el paso?

— No...

— ¡Venga, hombre, ten algo de valor! Ogremon viene pisándome los talones. Si no te das prisa, llegará y ya no podremos probar esto. No dejaré que desperdicies esta oportunidad para superar tu miedo a las alturas.

— ¡Jo! ¡Ese Ogremon siempre dando problemas! ¿No puedes convencerle para que te deje en paz?

— ¿Convencerle? Nah... los Digimon como Ogremon no escuchan. No atienden a razones. Por eso me veo obligado a aceptar sus peleas. Está... obsesionado con ejercer la fuerza todo el tiempo. Lo he intentado, y no me hace caso. Es demasiado orgulloso, ese tipo.

— Yo tampoco lo hago a veces — rió el pequeño desde la punta del acantilado — ¿Crees que soy como Ogremon?

— Si no saltas de una vez serás peor que él.

— ¡Ah no, yo no quiero eso!

— ¡Pues hazlo de una vez! ¡Confía en ti mismo! ¡No dejes que el miedo te bloquee!

— Huuuy... ¡Está bien! Puedo hacerlo... puedo... ¡puedo hacerlo!

Entre pasos y brincos, el pequeño Digimon cogió carrerilla y saltó hacia la nada. Aunque la gravedad tiraba de él con fuerza, sabía que había una manera de burlarla. Cuando se vio a pocos metros del mar, desplegó sus alas y salió hacia delante, haciendo brillar su plumaje rosado en medio de la noche.

— ¡Lo he conseguido, maestro! ¡Lo conseguí!

El eco de sus gritos de júbilo era sencillo de oír para su mentor, quien se acercó al borde, sonriendo satisfecho

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El eco de sus gritos de júbilo era sencillo de oír para su mentor, quien se acercó al borde, sonriendo satisfecho.

— ¿Ves como no era tan difícil?

— ¡Yuuuuujuuuu! — Biyomon comenzó a hacer piruetas de todas clases, tomándose su tiempo para regresar frente a él — Maestro Leomon... muchísimas gracias.

— No hay de qué... eres tú el que ha echado a volar, no yo — apuntó, antes de comenzar a caminar hacia el interior.

— ¿Crees... Crees que algún día podremos luchar juntos? — Biyomon lo seguía sin dejar de mirarle ni un momento.

— Por supuesto. Quizás algún día seas tú el que se encargue de vigilar la isla...

— Ya, ¡pero será más guay si estamos juntos!

Digimon Extend I: La leyenda de los niños cambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora