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-Álex.- llama Noelia desde la puerta. - ¿Estás despierto?-

-Sí, ¿pasa algo?-

-Estoy muy confundida, me caso en apenas 7 horas y sigo dándole vueltas a la cabeza.-

-Pero, ¿me estás diciendo que no quieres casarte con Jose?

Se sobresalta negando toda pregunta.

-Entonces no entiendo que tienes que pensar.

-Tienes razón. - Y con esas palabras, vuelve a dejarme dormir.

Mierda, no he podido ser tan borde. Me siento fatal y decido ir yo a su habitación para hablar bien las cosas.

Esta vez, la situación se repite pero cambiando los papeles.

-Hola.- Ella me mira y se coloca sobre la cama. -Antes me he comportado como un idiota y lo siento muchísimo. -

Y así fue como commienza una conversación que duró hasta que el sol empezaba a salir.
Supongo que sin decir demasiado, he hecho mucho más por ella de lo que pensaba. Noelia necesitaba desahogarse y supongo que mañana o bueno, dentro de un rato, será el mejor día de su vida, del cual yo voy a ser partícipe.

Decidimos volver cada uno a dormir, ya que lo necesitábamos, ella más que yo pero bueno, son cosas del cambio horario. Vuelta tras vuelta, sigo son coger el sueño Y lo único que se me pasa por la cabeza es un café mientras amanece y sin pensarlo dos veces, voy a la nevera y veo uno de esos cafés preparados, lo cojo dándome yo mismo el permiso de hacerlo y disfruto de uno de los mejores amaneceres que podría a ver visto después de una larga noche de confesiones.

-¿Tampoco has podido dormir verdad?-

Su voz tan tranquila, casi hablando no puede evitar asustarme.

-No la verdad.-

Y un silencio tranquilizador se forma y los dos miramos el cielo desde el jardín.

Una hora más tarde, Noelia se mete a la ducha y yo saco un cigarro y fumo antes de volver a meterme dentro de la casa. Un sentimiento de paz inunda mi cuerpo con cada calada.

-Álex, ya puedes ducharte.- grita desde el interior del aseo.

Apago el cigarro y lo dejo en uno de los ceniceros.

Cuando ya habían pasado tres horas, yo ya estaba totalmente vestido y con mi pelo más liso que nunca.

La Iglesia está llena de gente, unos potentes rayos de luz entran por una vidriera en uno de los puntos más altos del edificio. Me adentro más y más en la Iglesia buscando un lugar donde poder verlo todo a la perfección.
Las miradas que me echa la gente me invita a buscar sitio corriendo, ya que no dejarán de mirar hasta que me siente.
Encuentro un sitio justo al lado de Inesa, lo que me hace tener sentimientos encontrados por todo lo pasado aunque por un día, dejaré al lado mi orgullo y tampoco es el momento ni el lugar de hablar de eso.
Un simple saludo afectuoso y varios comentarios y poco más. Está nerviosa, lo noto el su manera de tocarse el pelo.
Me incorporo en el sitio y me arreglo la corbata, el movimiento acelerado de un sttileto negro me llama la atención. Dos sitios más allá de donde estaba Inesa se encontraba una mujer de piernas kilométricas, las cuales me resultan bastante familiares. Inesa se percata de que estoy viendo ese movimiento de tacón y se pone delante mía y me intenta apartar la atención. Intenta darme conversación pero mi subconsciente me dice que debo seguir mirando a la chica. Ella se oculta tras una media melena rubia, muy rubia.
Me aparto como puedo de Inesa y al fin logro tener una visión de ella.
Como en si fuera una perfecta ilusión, puedo imaginarme quién es. Mi corazón de acelera, siento como me sudan las manos y parece que no va a parar. Las ganas de decir su nombre y poder escuchar su voz diciendo su nombre.

-¿María?

Ella se gira y nuestros ojos vuelven a verse desde hace mucho tiempo. Sus ojos se abren y su piel se vuelve más blanca de lo normal. María vuelve a girar la cabeza y corriendo coje su bolso de mano y salgo de la Iglesia a toda velocidad. El sonido de sus tacones parece el mismo que hacían los de Sofía cada vez que caminaba por la oficina.
Corro tras ella con la necesidad de hablar con ella. La gente de la Iglesia vuelve a girarse para ver el espectáculo, ya que sus vacías vidas no tienen nada mejor que hacer. Bajo las escaleras tan rápido como puedo y le agarro de un brazo. Intenta soltarse, pero estaba sujetandola lo suficientemente fuerte como para que pudiera hacerlo.

-Sueltame.- dice apartando el brazo.

-¿Eso es lo único que se te ocurre decirme después de tanto tiempo?

-Álex voy a gritar.-

-Me da igual, grita lo que quieras.-

Sus ojos se clavan en los míos tras estas palabras e intuye que voy en serio.

-Me agobié.- dice sentándose en las escaleras. Suelto su brazo y me siento a su lado.

-No entiendo por qué, puedes agobiarte pero no irte así de la noche a la mañana y luego desaparecer.

-No me entiendes.-

-Claro que no.- mi tono recriminante parece hacerle sentir mal, pero sinceramente, me da igual.

Y como si fuera una metralleta, comienzo a recriminarle una tras o otra todas las cosas que me había hecho sentir y sin contarme un pelo, acusación tras acusación mi rabia aumentaba y más fuerte le grito.

-Había otro.- me corta ella casi al punto de llorar.

Mi corazón da un vuelco, se pone del revés y se rompe en mil pedazos.

-¿Qué? -

-Me tengo que ir.- agarra su bolso y se va.

-Oh no.- La vuelvo a coger. -Esta vez no.-

Su bolso se cae al suelo y con él, el móvil, el pintalabios y la cartera, la cual se queda abierta y aparece la foto de un precioso bebé.

-Y, ¿este bebé? -

-Es mío.- dice con el corazón en el puño.

Espera, espera, espera. ¿Cómo? Parece que nunca vaya a parar de sorprenderme.

Y tras una larga explicación de como conoció a ese gilipollas, va y me suelta que se quedó embarazada de él y que se tuvo que ir.
Entonces me doy cuenta de que cada cosa que decía había dejado de importarme justo en el momento en el  que la vi llorando. Me da igual que se sienta mal, que me diga que lo siente, ya que un perdón suyo no me sirve de nada, después de todo lo que me ha contado, me importa menos que antes.

Pensamientos Oscuros | Libro Erótico | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora