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—¿Entonces no quieres volver aquí? —un pequeño bulto en mi labio se formó después de que Jimin me contara que no piensa volver a vivir juntos.

Dijo que ahora era distinto. Éramos novios, eso sólo me daba la razón, pero él decía que estaba Yegun.

—No, es que... —crucé mis brazos sobre mí pecho. —Estás con tu hermana, pienso que sería un estorbo.

Inútilmente intenté detener mi puño contra él. Alcanzó a bloquear mi fallido golpe.

—¿Eres estúpido? —le dije gruñendo.

—No, Yoon.

—Te quedas todos los días aquí. ¿Cuál es la diferencia? Yegun te adora, no es un problema para ella. ¿Por qué no quieres?

Él me veía con diversión pero a la vez había una sonrisa con otro sentimiento. Quizás burla, quizás ganas de decir alguna mierda cursi. Pero de sólo ver ese tenue gesto mi corazón se derrumbaba más contra mi pecho.

—Perdón —esa sonrisa seguía ahí.

Una de sus manos me tomó del rostro y me guío para besarnos. Sus labios tan cálidos evaporaron el cólera que había empezado a nacer.

—Te quiero, idiota —murmuró contra mis labios.

—Y-yo... —suspiré sacando los nervios que no me dejaban pensar con claridad. Lo adoraba pero aveces me costaba demostrarle mi cariño. —Lo sabes, Jiminnie. Tú lo sabes.

—Dilo —murmuró contra mi cuello, empezando a bajar con besos suaves.

Tragué nervioso.

—Con una condición —jadeé.

—¿Mudarme? —pareció saberlo.

—Exacto.

Lo pensó entretanto mordía mi clavícula. Pude ver una pequeña marca. Últimamente me dejaba cosas así por el cuello y por partes donde me gustaba demasiado que hiciera eso. Yegun me decía que parecían golpes pero yo le decía que era caricias muy buenas.

—No quiero ir tan rápido, Yoon —suspiró y se alejó para verme. — He comprobado que si te presiono mucho te cabreas y no quiero que eso pase.

Así que eso era, eh.

—Jiminnie —mordí mi labio. Repartí besitos por su cara. Pude ver un tenue rojizo sobre sus mejillas. Dejé un último beso sobre su nariz y volví a hablar. —Te quiero demasiado, pero me cabrea que pienses eso.

Se rió.

—Lo has dicho —soltó una risita emocionada.

Entonces abrí mi boca para intentar arreglarlo pero ya lo había dicho. Tal como él hace segundos me sentí avergonzado y ruborizado.

—¿Te mudarás? —insistí ilusionado.

—Quizás disfrute un poco más de esto, —se burló— y veamos hasta donde puedes llegar con tal que me mude.

—¿Quieres apostar? —quise desafiarlo.

Alzó sus cejas, provocador.

—Ya sabemos a donde nos dejó una apuesta, cariño.

—Ni sabes hasta dónde soy capaz de llegar, Jiminnie.

Todo estaba dicho. Sabía que él sería fácil de convencer, tan sólo tenía que vestir algo corto y apretado y sería todo. Jimin estaría de vuelta con todo su equipaje. Claro, eso creía yo, pues porque yo no conocía a ese Jimin competitivo. No, no lo hacía.

Busqué unos vaqueros muy apretados. Podía sentir que en cualquier momento iba a reventar y el botón de este volaría y le daría en el ojo a Jimin. Así de apretado era. Entonces caminé por el departamento mientras él veía algo de su trabajo. Ir a beber agua era muy cliché, simplemente ir y no hacer nada era aún más estúpido.  Así que inventé ir a comer. Llegué a su lado moviendo mis caderas y me detuve en el refrigerador, lo abrí y me incliné para mirar adentro. Esperaba que él estuviera mirando mi culo, era el plan.

—¿Qué haces? —curioso preguntó.

—Tengo hambre. ¿Quieres preparar algo o pedimos comida? —cerré la puerta y me volví para verlo.

Él no había despegado la vista de sus estúpidos papeles. Gruñí cabizbajo, sería más difícil ésta vez. Tendría que intentar algo más. Más piel, síp, más piel.

—No lo sé. Decide tú, yo estoy muy... ocupado con ésta porquería —siseó entre dientes.

Rodeé mis ojos. Me mordí la lengua y las ganas de tirar sus papeles lejos y ponerme en el mesón y listo. Pero estaba haciéndolo difícil. Mi hermana salió de su habitación con algunos juguetes y se quedó mirándome entre risitas.

—Me voy a la casa de las gemelas, ¿o qué? —se burló. Negué.

—Jimin tiene trabajo —gruñí y caminé indignado a la habitación.

DAMN STRAIGHT ✿ JIMSUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora