06 | Los secretos

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Capítulo 6. Los secretos

A veces tendemos a preocuparnos tanto por lo que escondemos que olvidamos que lo importante es ser transparentes y honestos con los demás.

Una persona que está continuamente mintiendo, algún día cuando le descubran sus mentiras, tendrá que dar explicaciones por ello y después la confianza que le tenían los demás se irá al garete.

Ir a casa de Nathaniel no fue buena idea pero tampoco lo hubiese sido que me quedara sola en la calle sin tener un lugar donde descansar, ¿no?

Con un poco de miedo por todo lo ocurrido el sábado, voy caminando hacia la entrada de la escuela. Al entrar me encuentro con el panorama de ver cómo Silmon está siendo golpeado en el suelo. Sin pensarlo dos veces corro hacia donde está el chico herido.

Cuatro chicos corpulentos están pegándole patadas y nadie hace nada.

—¡Parad!¡Dejadle! —pido elevando mi tono de voz— ¿No veis que está sangrando? —cuestiono al observar que ninguno me ha hecho caso.

Todos siguen ignorándome y golpeando a Silmon. Mi sangre hierve por mis venas, siento la impotencia de estar inmóvil viendo la escena y sin hacer nada por pararla.

Es entonces cuando decido empujar a uno de esos chicos que le está pegando al pobre Silmon. Por primera vez parece que consigo llamar su atención. Sin embargo, el chico en vez de recapacitar y parar camina hacia mi furioso y apretando los puños de sus manos.

—¿Qué acabas de hacer? —Intento apartarme de él . No obstante, me es imposible ya que me acorrala contra una pared.

—L-Le estáis haciendo daño —tartamudeo cabizbaja y con los nervios a flor de piel.

No entiendo porque siempre que saco mi lado valiente a los segundos se esfuma dejándome otra vez como esa niña indefensa capaz de contestarle como se merece a alguien más de cinco segundos.

El chico, que no conozco, se inclina hacia mi, escaneandome con su mirada de arriba hacia abajo. Eso hace que me pongo más nerviosa de lo que ya estoy.

—Ni tú ni nadie nos va a decir que tenemos que ... —Antes de que el chico pueda terminar de reprenderme, una voz masculina consigue que se aparte de mi.

—Zeck, ya me encargo yo de ella —La voz de Nathaniel suena como un armonioso sonido angelical en estos momentos puesto que gracias a lo que ha dicho el grandullón que segundos atrás tenía en frente, se ha apartado.

Cierro mis ojos y respiro profundamente. Cuando vuelvo a abrir los ojos no me encuentro con el rostro de Zeck, sino de Nathaniel.

—Vamos —me ordena.

—P-pero... ¿y Silmon?¿no vas a hacer que paren de pegarle? —le cuestiono, con los ojos aguados.

—Él es un caso perdido —afirma agarrando mi brazo—. Ahora vámonos —vuelve a ordenarme.

En el fondo quiero resistirme y oponer a su orden pero mi lado cobarde aparece dentro de mi y hace que le siga mientras él tira de mi brazo llevándome hasta un lugar más tranquilo, concretamente a un aula que parece estar vacía.

—Gracias —titubeo sin poder mirarle directamente a la cara.

Siento unas enormes ganas de llorar por la impotencia que me genera ser una persona tan débil y que no sea capaz de encarar a los demás. No obstante, me reprimo mis sentimientos y aprieto los puños evitando que Nathaniel me vea llorar. Él se queda quieto en frente de mi, observándome cuidadosamente.

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