01 | Rest Park

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(En multimedia Hailey Donnovan)


Capítulo 1. Rest Park

De pequeña cuando me encontraba triste, desanimada o apenada, mi padre solía llevarme a dar una vuelta por unos de los parques más tranquilos de la ciudad, conocido como "Rest Park". Siempre era igual hasta que... hasta que se fue.

Él solía decirme que todas las almas en pena o que buscan tranquilidad van a ese parque.

Para él era el lugar perfecto al que uno podía venir cuando se encontrara mal. Él afirmaba que en el silencio y con ayuda del ruido de la naturaleza, la tranquilidad venía sola y te sentías más, más reconfortado y con más ganas de seguir adelante.

Ahora, dos años después de que viniera aquí por última vez con mi padre, vuelvo a escuchar en mi mente sus palabras, como si nunca se hubiese ido o mejor dicho como si nunca me hubiese abandonado.

Siendo sincera nunca lo culparé por irse, mamá se había vuelto insoportable, pero si por no haberme llevado con él.

Un sonido cercano hace que abra los ojos y me encuentre con el panorama de que un perro de color negro y con manchas blancas, venga corriendo directamente hacia el banco donde estoy sentada.

El perro cada vez se aproxima más y yo, que tengo cero capacidad de reacción, me quedo inmóvil sin saber cómo reaccionar. Como es de esperar, finalmente, termina encima de mi, pasando su lengua por mi cara.

Intento apartarlo cuidadosamente y sin hacerle daño pero me es imposible.

Parece ser que causo sensación entre los perros.

El susodicho sigue lamiendo mi rostro, cada vez con más intensidad y yo sigo inmóvil sin saber muy bien cómo reaccionar. Todo esto sigue así hasta que un muchacho alto, de pelo castaño y piel blanca se acerca hacia nosotros. Aunque lo que más llama de él es su pequeña nariz y sus ojos azules como el mar. Son preciosos.

—Doggy, ven aquí —ordena haciendo que el perro que tengo encima deje de lamerme y vaya hacia dónde está el chico.

Trago saliva sin saber muy bien que decir. Al final decido que podría empezar por agradecerle que me salvara de los lengüetazos.

—G-gracias —tartamudeo un poco de lo nerviosa que estoy.

El chico alza su mirada y choca con la mía. Es ahí donde me fijo mejor en su rostro y me doy cuenta de que es un tanto apagado o ¿tal vez frío?

—Mi intención era encontrar a mi perro, no ayudarte, así que no tienes que agradecerme nada —contesta de manera apacible y sin mostrar ningún tipo de emoción.

Sus palabras me hacen pensar en lo engreído y poco caballeroso que es este chico.

—Se nota que la amabilidad no es lo tuyo —murmuro por lo bajo y mirando hacia un lado.

El chico deja de fijar su atención en el perro para enfocarse en mi.

—No pretendo ser amable, aún así creo que si un perro viene a lamerte deberías de hacer algo y no quedarte inmóvil como una estatua —me sugiere de una manera un tanto arrogante—. Tómalo como un consejo —termina añadiendo antes de darse la vuelta y marcharse junto a su perro por uno de los senderos del parque.

Tardo unos segundos en reaccionar puesto que su respuesta me ha dejado en shock.

¡Vaya chico más desagradable!

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