¿De dónde apareciste?

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Y ahí estaba yo, tocando la guitarra, entonando una canción para los olvidados.

Dulce son aquellas notas que se componen en el lienso del silencio, aquellas que van ligadas con un toque de amargura por el desaliento que se vive en el día a día cuando pasan las horas y aún no has aparecido.

Sin embargo, amo esos instantes en los que surges de la nada y tocas la puerta de mi casa como si la fueras a partir. 

A penas logro abrirla y entras brincando como si estuvieras en el paraiso, me das el priviligeo de ver tu sonrisa de oreja a oreja. Luego, el fundirnos en nuestros brazos nos lleva al emisferio que queda a la vuelta de la exitante adrenalina bajo nuestras sabanas. Allí reposas sobre mi pecho y mis manos se deleitan acariciando tu espalda... que suave está.

Nadamos en los latidos acelerados de los corazones, quienes una vez mas en su reencuentro luchan por salir de aquí dentro, quizas para en un beso profundo, unirse y nunca más ser separados. 

Se abre el telón y comienza a florecer tu risa escandaloza, y lo digo en el buen sentido de la palabra, pues amo escucharte reír a los cuatro vientos, sin importar que toda la vecindad te escuche.

¿Y ahora, a dónde te has ido? Has desaparecido. Me dejas nuevamente con la tristeza de saber que no sé a qué lugar irás y si estarás segura allá.

Agradezco que me hayas dejado los abrazos que me encantan y tu fragancia me hace levitar al caminar.

¿Te veré pronto, hermosa de ojos color madrugada?

100 Poemas Para Alguien InvisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora