EL REGALO

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Para su décimo cumpleaños, el abuelo le regaló a Salvador una bicicleta. Una flamante Dyno BMX, de color rojo eléctrico. El chico quedó embelesado por aquella combinación tan elegante de aluminio y caucho.

Pero la madre puso el grito en el cielo porque no quería que el niño sufriera una lesión de por vida cuando se cayera de aquel vehículo tan inseguro. El anciano le explicó que él le enseñaría al muchacho y que además había incluido en el regalo, el equipo de seguridad correspondiente.

Si el arcángel Gabriel hubiese bajado en ese momento del cielo y dado el aval para el uso recreativo de aquel regalo, aún así, la señora no habría dado su brazo a torcer. Por lo que la Dyno, quedó relegada a estar guardaba en lo más hondo del garaje, para pesar de Salvador.

Pero así como era su madre, así era el muchacho. Por primera vez en su vida tenía un interés aparte de la lectura obsesiva de los libros: quería aprender a andar en bicicleta. Se encargó de hacer perder la paz mental de su abuelo hasta que lo convenció de enseñarle por las tardes a escondidas de su progenitora.

El anciano no pudo resistir el pedido del nieto, por lo que dedicó las siguientes semanas a la enseñanza y el uso adecuado de aquel vehículo. Al finalizar la lección, guardaban la bicicleta en el lugar de siempre procurando dejarla limpia para evitar que la madre atara cabos y los descubriera contraviniendo sus órdenes, porque eso equivaldría a soportar una perorata insoportable durante horas acerca del pecado de la desobediencia.

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Aquel día de Septiembre había amanecido con una ligera llovizna. Era sábado, y la madre de Salvador estaba de gira en el interior, por lo que regresaría hasta el domingo. El abuelo dormía plácido en su cuarto, así el chico decidió tomar "su regalo" para dar una vuelta por el parque.

El sitio era una extensión de tres cuadras ubicadas al sur. Aquel lugar contaba con canchas de fútbol, básquetbol, y un pequeño lago donde nadaban un par de patos silvestres. Cada domingo, las familias de las colonias cercanas llegaban a pasar el día en parrilladas comunitarias, los niños jugaban y se organizaban torneos deportivos. Pero en sábado y otros días, era más bien un sitio que invitaba a la relajación y el ocio bajo los eucaliptos y cipreses.

Salvador alistó su bicicleta y le dejó una nota a su abuelo, avisándole que estaría practicando en el parque. Cuando cerró la puerta de la casa, el ruido despertó al anciano. Este se quedó a la expectativa acerca de que era aquello y bajó a la primera planta. Al revisar en los adornos del refrigerador, encontró la nota. Por un instante tuvo un mal presentimiento, por lo que sin dudar se cambió la ropa y salió en busca de su nieto.

Días antes, durante su entrenamiento, Salvador había hecho recorridos en la ciclovía que rodeaba el parque, pero esto le aburría, y quería salir a practicar a la calle. El abuelo le recomendaba que no era conveniente porque su bicicleta carecía de luces o distintivos fluorescentes para recorrer las arterias aledañas. El hombre se había comprometido a conseguírselos, pero hacerlo implicaría que la madre se diera cuenta que Salvador usaba su regalo. Por lo anterior había pospuesto traerle los accesorios requeridos para no meterse en problemas.

El abuelo intuía que el chico deseaba usar la bicicleta en la calle, y que al estar sin supervisión lo intentaría, por lo que supuso que ese sábado iba con aquellas intenciones. Se apresuró para llegar al parque lo antes posible porque una sensación de déjà vu lo acosaba desde que se había despertado.

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Salvador ya había dado un par de vueltas alrededor de todo el parque. Se sentía libre y feliz. El tráfico era escaso, pocos  automóviles circulaban en la zona. Aun así, aquella mañana parecía cargada de presagios.

LOS DONES DE LA SERPIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora