"Donde los ángeles son reales y deben corregir a los humanos".
Historia Yaoi/Gay.
Boy Love/ChicoxChico.
Advertencia: si son muy creyentes, se les recomienda no leer o simplemente no tomarse a pecho nada de lo que haga referencia a la religión.
Shiny...
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Los pasos resonaban en el suelo a un ritmo constante, el Cielo estaba en un extraño silencio, por poco parecía que no se encontraba ni un alma en aquel lugar; Kureto observó de reojo a su equipo mientras avanzaba, ellos eran los únicos que apoyaban su visión de mandato, y todos iban con la cabeza en alto, orgullosos de estar a su lado.
Sonriendo de lado, volvió su vista al frente, donde el gran trono de dios parecía esperar a que se sentara en el; aquella especial silla estaba sobre un alto pedestal, con plumas y flores en una escala de tonos desde gris claro a blanco adornándole, todo esto en señal de pureza y solo dios tenía el derecho de usarla.
Suspiró sintiendo la emoción en su vientre, y una vez estuvo al pie de las largas escaleras que se dirigían a tan bello trono las subió, escalón por escalón, a paso lento, y se sentó; inmediatamente las trompetas resonaron anunciaron la llegada del nuevo dios.
Los ángeles que observaban alrededor de la gran silla al usupador no podían hacer nada, a menos que quisieran ser desterrados; por lo que mantenían sus expresiones contrariadas, sin hacer nada más que mirar.
—Alaben adios —ordenó Aoi al pie de las escaleras.
Los querubines, en una perfecta sincronización, se arrodillaron, cerraron los ojos, juntaron sus manos en posición de oración, y empezaron a murmurar algunas frases que eran tan solo simples murmullos de alabanza al ser supremo, pero al estar conjunto, se oían potentes y casi entendibles.
—Seréis llenosdelconocimientodemivoluntadentodasabiduríaeinteligenciaespiritual —recitó Kureto, altivo—. Os daré espíritu de sabiduría y revelación de mi conocimiento e iluminaré los ojos de vuestro entendimiento.
—Amén —contestaron los ángeles casi automáticamente.
Esta vez, el de cejas pobladas sonrió completamente, y recibió con aquel gesto la reverencia de su equipo y los demás querubines; se sentía demasiado bien.
Era el mismísimo soberano del Cielo.
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