Capítulo X - No puedes irte.

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Venga chicas, voy a ser mala jajajajjajajaja aquí teneis un capítulo corto pero contundente. Espero que os guste :) Eso sí, hasta el fin de semana no espereis nada que estoy atacada de exámenes. 

No olvideis votar y comentar ^^ 

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CAPÍTULO X – No puedes irte.

Quedé en estado de shock en cuanto recibí la noticia. David me había contado que todo había sido a causa de un accidente de coche, otra vez un coche. No se que pasó después, solo recuerdo unos golpes en la puerta, pero no podía reaccionar. Un rato después Sarah apareció delante de mi con el portero del edificio, que esperaba instrucciones de mi amiga.

Yo estaba parada en mitad del vestidor, con el teléfono aun en la mano y la mirada perdida en algún lugar del cosmos.

-Vamos, reacciona.- escuchaba que me decía.- Joder, Mía, venga dime algo. James se pondrá bien.

Entonces reaccioné, necesitaba verle, necesitaba poder decirle lo mucho que lo quería. Sin embargo, era incapaz de moverme y conducir hasta San Diego.

Sarah tomó mi móvil y llamó a alguien.

-Date prisa.- se despidió.

Minutos después mi primo hizo acto de presencia en la habitación. Me abrazó tan fuerte que me impidió respirar, pero eso ayudó a que mis sentimientos fluyeran. Empecé a llorar.

Creo que me desmayé, porque cuando desperté estaba en el asiento trasero de mi coche. Al aclarar mi mirada pude ver que el que conducía era mi primo, y Sarah iba a su lado hablando por un móvil.

-Dile que llegaremos en diez minutos.- dijo Robert.

-En diez minutos. Si. Si.- larga pausa.- De acuerdo. Hasta ahora, David.

-¿Y bien?

-No hay cambios, pero...- ella negó con la cabeza.

Tal y como dijo mi primo, diez minutos después paramos frente a un edificio con un cartel: hospital. Sarah abrió la puerta, entró en el edificio y volvió pocos minutos después.

-Está en la habitación 204 de una Unidad de Cuidados Intensivos.- dijo desde fuera.- Vamos a llevarla o...

Salí corriendo del coche en dirección al hospital. No podía permitirme que pasara lo mismo que con mis padres. Ellos habían muerto sin ella poder despedirse y todos los días se culpaba por ello. Solo esperaba que en esta ocasión los Dioses no le quitaran lo que más quería.

Las enfermeras se apartaban ante su paso firme. Sus tacones resonaban en un largo pasillo con ventanas de cristal que daban a habitaciones con enfermos muy graves, pero ninguno era James. Finalmente llegó a una ventana, y con todo el terror que su corazón podía albergar miró a través de ella. Lo que vio la mato. James estaba irreconocible, su cabeza estaba vendada, tenía rasguños por todo su hermoso rostro, su torso estaba desnudo dejando ver unas vendas que se ajustaban por todo su pecho, su brazo derecho estaba escayolado, al igual que su pierna derecha, en su brazo izquierdo había abrasiones. Tenía cables por todas partes, que le proporcionaban sueros, medicamentos, oxígeno y sangre.

Amor de Portada [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora