5. Esperanzas [Falsas]

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El amanecer aún ni siquiera se acercaba, pero para ambos jóvenes eso estaba bien

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El amanecer aún ni siquiera se acercaba, pero para ambos jóvenes eso estaba bien. Entre más perpetua la noche más tiempo podrían pasar juntos en esa cama, solo dedicándose a disfrutar de la cercanía del otro y reposando sus mentes un rato.

Alguien tocó la puerta.

Adrien abrió los ojos con gran dificultad ya que sus párpados se sentían pesados por aquella siesta, volteo a su lado. Ella reposaba tranquilamente, su cabello azabache se enredaba y extendía sobre la almohada, las penumbras coloreaban su suave silueta y esos tiernos labios permanecían entre abiertos.

Colocó un fugaz beso en su mejilla y se levanto para abrir las puerta.

Sus pies descalzos se colocaron sobre la madera del suelo. Algo lo erizó al sentir un suelo tan helado a pesar de la calefacción que había en el cuarto y no solo eso, si no que el aire que envolvía a toda la habitación por completo era tenebrosamente frío. Aún así decidió ignorarlo y siguió avanzando.

-Adrien.- fue lo que se escucho cuando abrió la puerta. Una Alya sumergida en lágrimas trataba de conseguir aire.

-¿Que paso?- preguntó preocupado el rubio.

-Yo...- estaba a punto de seguir sollozando cuando escucho a la azabache soltar un ligero quejido entre sueños. Dios, lo que daría por seguir acostada con ella; sin embargo ahora debía ayudar a Alya sin que esa princesa despertara.

-Espera, aquí no. Platiquemos en el pasillo.- la morena asintió con agonía y avanzaron hacia el pasillo.

Maldición, un gran escalofrío recorrió el cuerpo del ojiverde al sentir húmeda la alfombra del corredor. Debía ignorarlo, debía ignorarlo ¿Que eran esos impulsos que ahora lo carcomían?

...

[-Bruno, nuestra hija es un monstruo ¿Que pasara cuando crezca?- preguntó preocupada una mujer vestida con elegantes plumas y sedas exclusivos de la clase alta de los 50's.- No le heredaremos el hotel ¿O si?

-Pauline, nuestra hija no es un monstruo.- soltó el hombre despreocupado leyendo su periódico en esa enorme habitación repleta de libros viejos y muebles de madera de roble.- Es normal, a su edad yo disfrutaba de matar cuervos y ratas de una pedrada.

-Pero entiende, lo de Mackenzy va más allá de lo normal.- tiró la mujer suplicante cubierta del miedo por esa tendencia atemorizante que su hija portaba. Sus ojos reclamaban un poco de comprensión por parte del hombre de traje importado de los mejores costureros de Europa.- Ya no soporto esto Bruno, mi cuerpo... mi alma esta balada en sangre por ella.- cayó arrodillada ante las piernas de su esposo.- Temo que algún día le vaya a hacer daño al bebe.- empezó a sollozar.

-Ya calma mujer.- cerró su periódico para regresar la vista a aquella a la que amaba.- Lo tuyo son supersticiones alocadas que de seguro los O' Dylan te han metido. Te dije que no te llevarás con ellos, son demasiado religiosos.- trato de enarcar en una sonrisa, pero su esposa aún así negó.

En la lejanía //Adrinette//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora