Capítulo 50.

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¡Chicas, chiquitas, chiquitillas!

La historia tiene 69,2k y está en la posición #32 en Romance, estoy que me muero. Muchas gracias por leerla, no importa si yo la creé, ustedes son quienes deciden leerla o no y se los agradezco de verdad. La historia pronto llegará a su final, y con ella miles de emociones. Dios, no diré más, todo lo que siento lo dejaré para cuando publique el "Agradecimientos". Miles de gracias, de verdad.

Las amo.

___•___

Lauren.

—¿Cómo te fue hoy?– Pregunto mientras con la mirada sigo cada uno de sus movimientos.

Suspira y se tira de espaldas al sofá.

—Bien, pero estoy que me muero de cansancio.– Dice.

Me siento a un lado de sus pies, en un espacio libre en el sofá. Su brazo izquierdo descansa sobre su cara tapando sus ojos de la claridad del bombillo de la sala. Eran pasadas las nueve y aún no lograba conciliar el sueño por lo que decidí que esperar a Andy era lo mejor.

«Ni siquiera con Castiel actuabas así.»

Meneo la cabeza.

«¿Por qué con él .»

Porque él no me lastima.

«Y aún así no lo amas

—Será mejor que te duches y descanses.

Asiente.

—¿Me estabas esperando? – Pregunta incorporándose en el sofá haciendo que nuestras rodillas se tocaran.

«Y no causa lo mismo que cuando Castiel lo hace

Basta.

Sonrío. —Sí, ehm, no tenía sueño y creí que era lo mejor.

Sonríe y besa mi mejilla, me ruborizo de inmediato y empiezo a odiar ser tan blanca. Sonrío tímidamente.

—Lo es.– Guiña un ojo y se levanta.

Se escucha un "crack" y hago una mueca ante el espantoso ruido que su espalda hizo. Andy soltó un quejido y maldijo por lo bajo, hasta a mi me dolió. No me extrañaría si su espalda se hubiera partido a la mitad, pues con semejante ruido.

—¿Quieres un masaje?– Pregunté de pronto.

Me miró con un extraño brillo en sus ojos que no sé como interpretar, era ilusión mezclada con ¿Lujuria? Confuso la verdad. Me sentí estúpida en ese momento, ¿Un masaje? Eso era casi como una invitación a hacer aquello que empieza con "S". Me estaba empezando a arrepentir de mi propuesta.

—Por favor, sería genial.– Dice.

Aclaro mi garganta en el momento en que empiezo a sentir una pequeña molestia, es como una pequeña comezón interna. Es difícil de explicar. Desvío mi mirada hacia las palmas abiertas de mis manos, están perladas de sudor y brillan a causa de las pequeñas gotillas que en ellas descansan. Siento como si alguien estuviera revolviendo mis tripas desde adentro y no me dejara estar tranquila, estoy hecha una tembleque. Mis manos tiemblan.

—S-sí, claro.– Respondo con una falsa sonrisa.

«¿Ahora qué pasa?»

Siento...miedo.

Meneo la cabeza. Paranoias mías.

Subimos las escaleras y nos dirigimos hacia su habitación para poder darle su masaje. Yo...confío en él, claro que lo hago. Pero no quiero que intente ir más allá de lo que somos, era ya mi cuarto día y Castiel no me llamaba desde el segundo en mi estadía aquí. ¡Por Dios! ¿Y ahora por qué pienso en él? Yo estaba concentrada en un tema relacionado a Andy y ahora me desvío hacia Castiel.

Los sentimientos aún siguen, que quede claro. Pero pensar en él es una horrible forma de torturarme a mi misma, porque aunque Andy me haga sentir bien no es igual que a como Castiel lo hace. No mal entiendan, no digo que me guste ser humillada y rechazada, lo digo porque con tan sólo escuchar su voz me falta el aire, no importa si sus palabras van dirigidas a mi o no. Siempre causan ese efecto.

—En ese cajón hay aceite de coco.– Señala una mesita junto a su armario.

Asiento y rápidamente me acerco a la mesita. Agarro el pequeño envase en mi mano y me doy la vuelta.

Virgen de los abdominales.

«Pero no son como los de Castiel

Se sienta en la orilla de la cama y me mira esperando a que haga algo. Meneo la cabeza y reacciono yendo hacia la cama, me subo en ella y me pongo de rodillas. Suspiro, ¿Qué tan difícil es?

Aplicar aceite, masajear y listo.

Aplicar aceite, masajear y listo.

Aplicar aceite, masajear y listo.

Pero él no se conformó con eso, no. Él quiso más, él me besó y trató de llegar a más. No hizo caso a mis palabras y siguió, no entendía lo que pasaba hasta que un leve enrojecimiento en sus ojos me hizo dar cuenta de que estaba drogado. Ese dulce y lindo Andy estaba drogado. No lo soporté, y lo siguiente que sé es que estoy con mi maleta en la mano y llamando desesperadamente a Charles y Marlon para que vengan por mi. Y luego, que ahora ya voy en camino a la mansión del hombre de mis pesadillas.
Me siento mal, sí. Tal vez debí quedarme con el dulce chico y ayudarlo en su problema en vez de huir, no me perdonará, lo sé. Pero tuve miedo, ese no era el Andy que yo conozco, ni siquiera Castiel en su mismo estado se había comportado así.




                          ~•~

Ya saben que hacer.

Se despide su sexy autora.

Y...


NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora