Capítulo 51.

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¡Hola! Espero que no me quieran matar por haberme desaparecido de esta manera tan inexplicable y...ehm, no tengo nada más que decir.

___•___

Solté un suspiro en el momento en que cerré la puerta de la mansión detrás de mi. Habían sido pocos los días en que me fui y estar de nuevo aquí, extrañamente, se sentía bien, y ahora me doy cuenta que en realidad extrañaba habitar este lugar. Y aunque en casa de Andy me sintiera bien, no era lo mismo.
La sala estaba totalmente desierta, los sofás seguían en la misma posición de siempre, el televisor frente a ellos, la mesita de centro de cristal, los cuadros en las paredes y la extraña calidez que desde hace poco empecé a sentir. Supongo que, después de todo, le he tomado cariño al lugar.

«¿Dónde estará?»

No entendía como mi subconsciente era tan masoquista, bien, las dos lo eramos. Y eso tomando en cuenta de que somos las mismas, y nuestros sentimientos los mismos. Reafirmé mi agarre en la manilla de la maleta y miré las escaleras, tendría que utilizar de toda mi fuerza para poder subir este saco de piedras, y sí, los mastodontes no me ayudaron. Idiotas.

Tomé la manilla con ambas manos y me puse de espalda a las escaleras para poder subir, "fácilmente", la maleta. A cada escalón que subía hacía muecas horribles por la fuerza con la que trataba de alzar la maleta, no volveré a empacar tanta ropa sin antes tener un lugar seguro en el cual residir.

—¡La sangre de Cristo! – Exclamé cuando después de diez minutos, al fin pude pasar el tercer escalón. El tercero de los vigésimos que me faltaban.

Solté un suspiro exasperado.

¡Necesitaba hacer ejercicio! Realmente, a este punto, temía que mis brazos se partieran en dos como una débil rama. Cuando estaba a punto de pasar el cuarto escalón, alguien con su gruesa voz me hizo brincar en mi sitio y con ello provocó que soltara la maleta y esta callera rodando los escalones que había recorrido, hasta provocar un sonido hueco al impactar con el frío piso.
Contemplé la escena con horror. Maldición.

—¿Lauren?

Me quedé estática. No por la persona que me nombró sino por ver todo mi esfuerzo hecho pedasos. Cerré los ojos mientras suspiraba, y ahora si era por el susodicho.

—¿Mhm?– Murmuré.

Pronto, el sonido de sus zapatos chocando con las escaleras se escuchó en la silenciosa sala, me tensé, después de dos días sin verlo enfrentarlo ahora era, terrorífico.

—¿Qué haces aquí?– Preguntó.

Se situó a un escalón por debajo del que estaba yo, no me atreví a mirarlo porque...¡¿Por qué?! ¡Al carajo! No tenía por qué agachar la cabeza ante su presencia, así que lo miré. Mantenía una expresión fría, sus ojos expresan total indiferencia ante mi presencia, ya no estaba esa poca esperanza de que yo le hablara al menos para insultarlo. Algo había cambiado.

Aún así, no pude evitar fijarme en lo bien que se veía, y aun más con su descuidada barba que lejos de verse mal en él se veía...sexy. Sacudí mi cabeza sacando todo pensamiento incoherente, no pensaría en él de esa forma. Ya no. Así que me esforcé para que mi voz no temblara ante su imponente presencia.

—Bueno, volví. Aunque si quieres puedo irme de nuevo.– Reté.

Alzó los hombros despectivamente.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora