No me consideraba experta en maquillaje, solo lo suficientemente buena para no parecer un zombie por las mañanas. Pero las manos me temblaban al tener el rostro de Edward tan cerca, primero comencé a tapar sus ojeras con corrector y hacer suaves toques con la esponja mientras él seguía en silencio.
Era tan libre de tocarlo que me temblaba el pulso y de alguna manera fue peor cuando Edward comenzó a hacer sonar sus dedos entre sí. Ambos nerviosos no era la mejor combinación, al bajar para corregir las comisuras de sus labios y cubrir un poco sus cicatrices el rubor de mi rostro subió.
"¿Y si solo le robaba un beso? ¿Qué tanto mal podría ocasionar?"
En mi escenario mental de "sucesos románticos" este era el menos cursi y seguramente Edward terminaría molesto.
—¿Elena, pasa algo?
—Si, estas guapo y me pones nerviosa.
Eso definitivamente hizo que él abriera los ojos con un gesto de malestar y mirara a otro lado apretando los labios mientras tragaba saliva. Yo por mi parte sentía que las mejillas me quemaban, quizás se arrepentía de haber preguntado.
—No sé si guapo sería la palabra que usaría para describirme...
—Lo es, estoy segura que hoy te van a mirar muchisimo...—Lo interrumpí porque sabía que hablaría mal de sus virtudes como siempre y su belleza era algo indiscutible. Luego de unos segundos inspiré profundamente y busqué su mirada agachándome un poco, él me miró de reojo — necesito terminar con tu maquillaje para empezar a arreglarme...prometo no perturbarte.
Edward resopló y se enderezo esta vez mirándome fijo, juraría que estaba sonrojado de no ser por el maquillaje que cubría su piel.
—Elena, no necesitas hacer mucho para perturbarme. La última vez te di a entender lo que siento — me sorprendió que hablara del tema, pensé que lo evitaría eternamente. Aun así saqué un labial de un tono rosado para sus labios y lo acerque a su boca.
—Me lo diste a entender y luego actuaste como si jamas nos hubieramos confesado —Edward intentó hablar pero coloque el labial sobre sus labios y eso lo hizo quedarse quieto mientras me observaba.— Sinceramente no se porque aun intentas evitarlo, después de todo ya me metí en tu vida a la fuerza.
Al terminar de pasar el labial, coloqué mi dedo índice sobre sus labios y esparcí suavemente el color que le hizo ver con más vida. Debía admitir que solo quería disfrutar el poder de tenerlo a merced y ver como parecía temblar al tenerme tan cerca. Y por otro lado estaba perdida sintiendo sus labios.
De todos modos tuve que bajar mi mano y eso le dio el momento para hablar.
—Elena ¿Qué tendría de normal que te guste alguien como yo?
—Nada, no tiene nada de normal y por eso soy la suertuda del pueblo. En fin, me voy a cambiar...
Me fuí con mi mochila a la pieza de Dalia para evitar la conversación. Me había dado una ducha en casa antes de salir, por lo que ahora simplemente comencé a montar el vestuario, colocando primero unas medias y luego las enaguas para abultar la figura del vestido.
Sobre ellas una tela de encaje negra y luego un vestido de seda negro encima sin adorno alguno. Tenía un profundo escote que no tapaba en absoluto mi busto, pero era lo de menos cuando el siguiente paso era colocarme el corsé con encaje negro de color rojo que acentuaba terriblemente mi cintura y subia todo hacía arriba convirtiendome en un reloj de arena.
Era un traje hermoso, realmente digno de la anfitriona y señora de casa. Por suerte el corsé apretaba menos que los normales y podía respirar en paz. Me senté a maquillar mi rostro con un tono tan palido como el de Edward, haciendo algo simple pero llamativo con los colores del traje y finalmente, me calcé unos botines negros de cuero sin tacones.
Una vez lista salí en busca de Edward, el cual estaba esperándome en la escalera con Dalia a su lado refunfuñando por algo que no alcanzaba a escuchar. Al verme pareció impresionado y se levantó sin tomar en cuenta a Dalia, la cual al darse vuelta quedó igual.
—¡Te ves tan hermosa! ¡Maravillosa! —exclamó Dalia para acercarse y sacudir un poco mi vestido.
Me extrañó Edward que se acercó rápidamente y me habló nervioso.
— Elena...¿puedo pedirte que te pongas ese delantal que está en el sillon?
Me extrañó su petición pero fuí por él escuchando como Dalia le alegaba.
—Edward ¿Por qué ahora? después voy a tener que ponerla frente a un ventilador...
—¡Ah! ¡No se va a ensuciar!
Volví extrañada y entonces Edward me miró nervioso, no entendía el porqué.
—Yo...para que no logren reconocerte, quería cortarte el cabello. — fruncí el ceño sin entender porque parecía complicarle aquello de tal manera. Miré a Dalia quien pareció comprender y se tapó la boca escondiendo su sonrisita.
—Si, ya te había pedido que me lo emparejaras...
—Bueno Elena, quedas en buenas manos. Yo creo que el patio es una buena opción para no ensuciar dentro.
Interrumpió Dalia recalcando el " buenas manos" con mucho ímpetu, lo cual me hizo pensar mientras salía con Edward al patio para que hiciera su corte. Cuando lo entendí luego de unos segundos, el ritmo de mi corazón se volvió frenético y estuve segura que Edward lo escuchaba.
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El pianista de las tijeras (Fanfic, Joven manos de tijeras)
RomansaHistoria Completa La mansión de Edward lleva años abandonada y su existencia no es mas que un mito. Para sobrellevar la miseria del pueblo deciden convertirla en un centro turístico. Pero el secreto se desmorona cuando Elena llega... fanfic: El jov...