Sueño 1: Arribo a Houston (II)

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...

—Esperen —dijo el agente, evitando que los soldados se movieran—. Pon tu dedo de nuevo aquí chico —dijo con una voz nerviosa.

Hice lo que me ordenó, me daba miedo de que los soldados a mis espaldas pudieran disparar si me rehusaba a cooperar, incluso vi que Dorian estaba dispuesto a darle un golpe a estos cuando lo miré de reojo; puse de nuevo el dedo, el agente tecleó algunas cosas en el analizador y diez segundos después, el sonido correcto se dio a conocer, estaba limpio.

—Falsa alarma, solo necesitaba corregir algunos datos —dijo a los soldados—. Adelante, puedes irte —me dijo aliviado.

Mi corazón estaba que estallaba, me habían dado un susto de lo peor, y no solo a mí, a mamá, a papá y a mis hermanos, que estaban detrás de mí observándolo todo, solo que ahora eran ellos los que estaban siendo analizados; más personas salieron del aeropuerto después del análisis, unas cinco personas salieron, antes de que Erika terminara de ser analizada, y luego otras tres antes que Dorian.

—Espero que no cometan más errores como lo hicieron con Jacob —comentó Erika.

—Yo odiaba esa clase de errores, fue eso lo que me hizo elegir la FRAE antes que el ejército, o los marines —dijo papá—. Errores como esos son los que cuestan vidas.

—Bueno, que esperamos. Tomemos un taxi —dijo Dorian.

Papá, llamó a uno de los taxis que se acercaban, había muy pocos, al igual que personas tratando de entrar, todos debían de estará asustados por viajar, después de haber visto esto en las noticias, o con sus propios ojos. Algo aún más extraño que lo ocurrido en el aeropuerto, estaba sucediendo en la ciudad, había retenes policíacos cada cierto tramo de camino, personas con sus autos llenos de maletas, incluso vimos como un par de sujetos se metían a robar a una tienda de electrodomésticos, pero la policía no llegó para detenerlos. Según el taxista, todo era por lo de lo del aeropuerto, que algunos locos estaban asustados, por las personas que al llegar de fuera del país u otros estados por avión estaban enfermas, pero que todo estaba bajo control. Lo mismo recalcó papá, y cómo él había vivido esto muchas veces, incluso vivió el brote de Ébola, que hubo en África en el dos mil quince, cuando estaba trabajando allí, y al ver la situación aquí, y recordar la de África, nos dijo que esto no era nada.

Media hora después de salir del aeropuerto, estábamos llegando a casa a las doce veinte pm, la calle de nuestro vecindario estaba tranquila al contrario de lo que fue el camino hasta aquí, las calles estaban algo oscuras, casi todas las luces de los postes de alumbrado estaban apagadas —como a veces se encontraban—, todas las casas eran del mismo diseño: dos pisos, con garaje y patio delantero y trasero, divididas por cercas de madera o hechos de arbustos bien cuidados.

Él poste de alumbrado en frente de nuestra casa estaba encendido —por suerte—, bajamos del taxi, observando como el árbol del jardín delantero, había soltado cientos de sus hojas, desperdigándolas por todo el pasto y las flores, estas iban desde tonalidades de marrón hasta amarillo; mientras papá y Dorian bajaban el equipaje del maletero, yo observaba disgustado los centenares de hojas, ya que por la mañana sería yo quien las recogería, lo único bueno era que tenía quien me ayudara, mi mejor amigo y vecino de junto, Jace. Ambos nos conocíamos desde hacía cuatro años, el, su madre y su padre, se habían mudado desde Johannesburgo, cuando a su padre lo transfirieron a una nueva sucursal de la misma compañía para la que trabajaba; su madre era doctora en el hospital general en el centro —además de que era la mejor amiga de mamá—.

Con la ayuda de Jace, terminaría en poco tiempo, para así poder jugar videojuegos con él, o ir al centro comercial, para ver una película en el cine, esta semana debían de estar pasando las mejores películas, casi se acababan las vacaciones de verano, la época en donde estaba lleno. Cuando el taxi se fue, la casa de los vecinos de enfrente, los Martínez, quedó a la vista, su vehículo, una minivan de color rojo, estaba estacionado afuera con un par de maletas dentro, y su casa se encontraba a oscuras, era raro, él siempre encendía las luces de su jardín, así como la de su puerta.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora