11: ¡Es mi hermano! (III)

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—Esto no puede ser... —Amy se dejó caer en el suelo del elevador, se sentó y metió la cabeza entre las piernas.

—Levántate Amy —dijo Harley—. Este no es momento de que te vayas como hizo Carly durante meses.

—Nuestras madres quedaron ahí arriba —susurró Jace temeroso.

—Ellas estarán bien —tragué un poco de saliva, volviendo lentamente en mis cabales—. Tren se encargará de ello.

—Tienes razón Harley... —Contestó Amy a reincorporarse—... Tienes razón. Horace no querría que me pusiera a llorar como una nena asustada.

Las puertas se abrieron lentamente frente a nosotros, estábamos agachados y con la espalda contra las paredes del elevador, con las armas listas para usarlas. No había luz, estaba todo demasiado oscuro que la vista no se adaptaba fácilmente a este medio carente de luz.

—¡Tsk! ¡Vengan! —Nos susurró Rassmusen al acercarse con las lentes de visión nocturna—. Lento y en silencio —susurró.

Al salir de ahí algo de tenue y más escasa luz blanca nos permitía distinguir las siluetas de los vehículos, era la luz de la luna que brillaba con todo su esplendor al no haber más contaminación lumínica que la opacara.

Nos ubicamos detrás de un muro que hicimos con grandes escombros de concreto de no más de un metro de altura, ahí estaban todos los demás con Colby de guardia cerca de la orilla de la cobertura, y Jake unos metros más adelante con el mismo propósito de vigía.

Un minuto después de nuestra llegada, Rassmusen se acercó de nuevo y avanzó cuidadosamente hasta donde estaba Jake.

—¿Todos están bien? —Preguntó Colby en voz baja.

—Los infectados entraron al edificio, y... Horace... —Contestó Tren.

—Maldita sea —Suspiró Colby—. Debemos darnos prisa, Robbie, activa la distracción ahora —volteó a verlo, estaba detrás de él.

—Esperen un momento —susurró con su tono de voz engreído.

Sacó su móvil de entre su mochila.

—¡Mierda! —Alcanzamos a escuchar a Rassmusen—. Hay unos night skin acercándose, son cuatro.

—Robbie date prisa —exigió Rachel.

—¡No me apresures! —Levantó un poco la voz.

La tensión en el aire era tal que podía cortarse, gotas de sudor se escurrían por nuestros rostros no solo por el poco calor que había, sino también por el miedo y los nervios que nos producía estar aquí afuera tan expuestos.

Podía ver a mamá tranquila recargada conta la pared apretando su bastón con fuerza mientras parecía que estaba orando como acostumbraba hacer. Eso era su único recurso para dejar de temer, o estar siempre con la mente fresca, algo del viejo mundo que ahora apenas y existía, la fe en dios.

—Demonio Robbie activa la trampa —dijo Swatson desesperado.

—¡No me apresures! ¡esta porquería no deja hacer la llamada! —Alzó más la voz.

Aquella subida de volumen fue suficientemente alta como para que nos oyeran, y así nos lo confirmo Jake, los infectados ya estaban casi conscientes de nuestra presencia en el lugar, olfateaban el aire, gruñían un poco y seguían el nuestro olor lentamente.

Robbie comenzó a sudar, estaba entrando en pánico pues la maldita llamada al teléfono que activaba la trampa no se realizaba. Todos estábamos al borde del colapso mental y salir corriendo hacia los autos sin la ventaja que nos daría nuestra tan estruendosa distracción.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora