Sueño 2: Estado de emergencia

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Jacob

Se escucharon gritos, vidrios rompiéndose y un par de disparos, luego el silencio, había demasiado silencio viniendo de la casa de los Cabot, Jace, su madre y su padre debían de estar en peligro, y sin la policía para ayudarnos estábamos solos.

-Dorian... -dijo papá-, ve por las armas al sótano, las llaves están a un lado de la vitrina.

-De inmediato -contestó, al salir corriendo hacia la cocina.

-Michael, intentemos de nuevo llamar a la policía -dijo mamá.

-No se puede, el teléfono no permite llamar ni a control de animales -comentó Erika.

Esperamos a que Dorian llegara, traía un par de pistolas automáticas, le dio una a papá, una a Erika, una a mí, y la última se la quedo él -ya que papá nos había enseñado a disparar-.

-Erika, Jacob -dijo papá-. Solo úsenlas si es que el sujeto vuelve aquí. Por lo que hizo, seguramente está drogado. Cierren la puerta y no la abran hasta que volvamos, ¿Entendido?

Ambos, asentimos al mismo tiempo.

Les quitaron el seguro a sus armas, al momento de ponerles los cargadores, abrieron la puerta, papá se veía algo nervioso, tenía algo de tiempo que no hacia cosas como estas, además, de que nunca había tenido a amigos o familiares en peligro. Cuando salieron, vi la camioneta de los Martínez aún estaba allí, con las maletas encima, solo que ahora la cajuela estaba abierta, y unas maletas se encontraban en el suelo.

-Jacob, cierra la puerta -susurró papá antes de irse a la casa de los Cabot.

Dorian

Él aire nocturno era fresco, había unas cuentas estrellas en el cielo, y nuestra preocupación era demasiado grande, nuestros vecinos estaban en aprietos, y solo nosotros podíamos ayudarles. Las hojas del árbol, se quebraban bajo nuestros pies descalzos, eran ásperas, crujientes, y un poco punzantes; el pulso se me elevaba a cada segundo, a medida que cruzábamos el patio; al saltar la cerca que dividía nuestras casas, pude ver que la puerta de la casa de los Martínez, estaba totalmente destrozada, había sangre sobre la madera y el vidrío, así como en el suelo, era mucha sangre, eso detonó una alarma instantánea en nuestras cabezas, entonces, pisando con cuidado sobre los escombros de la puerta, manchándonos con la sangre, que inexplicablemente estaba fría. Se escuchaban unos extraños ruidos, golpes.

-Revisaremos la casa, pero está muy oscuro -susurró papá.

-Qué bueno que traje una linterna -contesté al encenderla.

-Creo que el retiro me hizo mal, olvide pedirte linternas.

-No importa. -contesté-. Mira los escalones -señalé con la linterna.

-Dios santo.

Los escalones, tenían un rastro de sangre que subía hasta la segunda planta.

-Estate atento hijo -recomendó papá-, esté sujeto pudo haber herido a alguien.

-No tienes que decírmelo dos veces.

Yo iría al frente al ser quien tenía la linterna; en el suelo había huellas ensangrentadas de zapatos, y al igual que la sangre, subían al segundo piso, la sangre, estaba viscosa, con grumos y fría, estaba coagulándose, a pesar de no tener mucho tiempo de haber sido derramada por su dueño. Los golpes, fueron aumentando de intensidad con cada escalón que subíamos, los ruidos frenéticos del sujeto se oían, parecía un animal rabioso.

Al llegar al último escalón, el rastro se desvío a la derecha, los ruidos venían desde el fondo del pasillo, los nervios se me crisparon, estaba aterrado y a la ves perturbado, ese sujeto estaba completamente loco. Alumbre el pasillo, estaba allí, golpeando la puerta de una habitación, había más sangre en el suelo, rodeando al tipo.

- ¡Oye tú! -Dijo papá-, ¡date vuelta lentamente o disparo!

Él sujeto se detuvo.

-Creo que deberías darle un disparo de advertencia -comenté.

-No creo que haga nada, somos dos.

Cuando, aquel hombre se dio la vuelta hacia nosotros, nuestros corazones casi se detuvieron, nuestros sentidos de la vista se sobre cargo, así como cada neurona y fibra nerviosa dentro de nuestro cuerpo; su boca chorreaba sangre, su ropa, estaba humedecida por lo mismo. Tenía agujeros de bala en el cuerpo, todos en el pecho, el hueso de su brazo izquierdo, sobresalía por su piel y ropa, mostrando su color blanco manchado de sangre, sus ojos, estaban completamente grises, muertos, vacíos, parecidos a los de un tiburón al atacar a una presa.

-Debe de estar muy drogado -comenté-, si no siente dolor por eso, debe de estar en un viaje muy violento.

- ¡Arrójate al piso, no quiero disparar! -le gritó papá.

Él sujeto, abrió la boca, dejando salir un terrible aullido, un grito ensordecedor, tan fuerte, tan atemorizante, que mis nervios no podían soportarlo, mientras arrojaba sangre por la boca, como si la estuviera vomitando o espumeando como un animal rabioso. Cargó contra nosotros, enloquecido, gritando con una fuerza pulmonar tan grande, que parecía que no iba a volver a respirar; no tuvimos más opción, abrimos fuego en contra de él, dándole tres disparos cada quien, que le dieron en el pecho, las piernas, y un disparo, que reventó su mejilla derecha, salpicando las paredes con su sangre.

El sonido seco de su cuerpo al caer al suelo con violencia, resonó en mis oídos, provocando que la información visual llegara a mi cerebro, habíamos matado a un hombre, yo había matado a un hombre.

-No puede ser... maté a alguien -comenté.

-Dame el arma Dorian -dijo papá-, dámela, y ni una palabra a tú madre de esto.

-Sí, de acuerdo.

Le entregué el arma, poniéndole el seguro, así evitaría un disparo accidental. La sangre del tipo, salía lentamente, se veía viscosa, llena de grumos, coágulos sanguíneos del tamaño de chicharos.

- ¡Hola! ¿Hay alguien allí? -preguntó Sarah, con una voz muy temblorosa y atemorizada-. ¡Hola!

-Sarah, soy Michael, ¿están bien? -dijo papá.

- ¡Michael volvieron! -gritó Sarah llena de euforia. El ruido de un objeto pesado deslizándose, un mueble, nos indicó que ella estaba por abrir la puerta-. ¡Ayuda a George, está sangrando!

- ¿Qué tan grave es?

- ¡Mucho! Yo... -sollozó-, ¡no puedo hacer nada, estoy demasiado alterada!

-Descuida Sarah, yo me encargo -contestó al entrar y tomar el arma.

Sarah, George, y Jace, estaban en ropa que usarían para dormir, pero George, él estaba a un lado de la cama, sentado en el suelo, con su camisa blanca manchada en sangre, y con una funda de almohada, cubriéndole el cuello, absorbiendo la sangre que manaba.

-Es increíble -dijo George con debilidad. Su tez oscura, se veía pálida, respiraba con dificultad, y se notaba que tenía mucho dolor-, le disparé a ese sujeto cinco veces y no se inmutó. Creo que ya no necesitaré esto -dijo alzando la Colt.

-Descuida, ya me encargué de él -dijo papá examinando su herida.

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Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora