11: ¡Es mi hermano! (IV)

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(...)

El camión atravesó la valla de seguridad del aeropuerto llevándonos directamente hacia la pista de aterrizaje; la lluvia había arreciado, y los poderosos rayos que caían ocasionalmente le daban un aspecto tétrico y horrible a los colosos de metal que antes fungían como el medio de transporte más rápido y seguro.

—Esto me está dando miedo —dijo Érika—. Pudimos haberlo hecho de día.

—Sí. Y al momento de llegar aquí alguien ya podría emboscarnos en lo que cargábamos el combustible —contesté—. ¿Y el cachorro?

—Menos asustado que yo.

Lo observé por el espejo retrovisor, estaba entre los brazos de Érika recibiendo algunas caricias desesperadas por parte de mi hermana.

Íbamos disminuyendo la velocidad para acercarnos a la zona de espera de los aviones; los antiguos operadores de camiones de transporte, y soporte de pista se encontraban deambulando por todas partes, confundidos a causa de la fuerte lluvia que lavaba aquellos cuerpos grises, pero también ayudaba un poco más a su muy lenta descomposición.

La camioneta se detuvo, ya estábamos en el lugar al parecer.

—Todos esperen un poco —indicó Rachel a través de la radio—. Carlo y Swatson ayudaran al capitán a abrir la rampa del avión.

Más adelante con ayuda de un relampagueo del cielo se pudieron ver las figuras de ellos apresurándose al avión, mientras los infectados más cercanos les seguían el paso lentamente.

Un infectado golpeó la parte trasera del vehículo, y se iba acercando por el lado izquierdo con sus gemidos; el bíter se golpeaba contra el auto en su tambaleante andar, dirigiéndose a mi puerta.

—No empezarás a golpear mi ventana —abrí la puerta con fuerza golpeando al infectado para arrojarlo al suelo. Salí por un segundo a dispararle en el rostro, y luego a otros tres que se acercaban.

Un relámpago cayó en ese momento iluminando más allá de la pista de aterrizaje, por el lugar que habíamos entrado se podía ver una masa en movimiento y tambaleante que se acercaba gradualmente, era una horda de infectados que nos habían seguido desde el edificio. Los aullidos opacados por el estruendo de la tormenta solo metieron en mí una enorme preocupación, todavía debíamos esperar unos minutos a que el tanque tuviera suficiente combustible.

—Jacob, ya están avanzando —mamá me sacó de mi momento de distracción.

Sin decir una sola palabra puse en marcha el auto. Por un momento me pregunté si los 4 vehículos entrarían, pues fue necesario abandonar nuestra vieja miniván; subí la rampa estacionándome al lado derecho de la camioneta negra estando a 3 metros de la rampa, por donde estaban subiendo. Bajamos de los vehículos, esto todavía no había terminado.

—Viene una horda de infectados —dijo el capitán. Su cuerpo estaba empapado en agua, y escurría al caminar—. Hay unas cajas negras en la bodega la bodega, hay muchas armas ahí dentro, son de alto calibre tómenlas.

—De acuerdo, Tren, Carlo, Jake y Rassmusen ya saben que hacer, el combustible —ordenó Colby—. Usen los lentes y conecten las líneas de combustible. Swatson, Jace, Dorian, Jacob Harley, vamos a cubrir la entrada. Gemelas, encárguense de asegurar los autos para el despegue.

—Vamos a la cabina capitán, hay que preparar esta cosa —dijo Robbie al ayudarlo a subir las escaleras que daban a la espaciosa cabina.

—Este avión es enorme —dijo Jace al bajar.

—Es un Condor-B33 Jumbo, un avión de carga militar pesada y muy grande —respondió Raquel.

—¿Cómo lo sabes? —Preguntó Dorian.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora