14: Despertar (IV)

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...

—Las están instalando —contesté al clavar la espada en la cuenca de un infectado.

—Empiecen a retroceder —ordenó el general por su radio.

Me distraje escuchándolo al dar órdenes. él general se dio vuela hacia mí, apuntándome con su arma. —Baja la cabeza —dijo sin dar más explicaciones; hice caso a la indicación, sentí la bala pasar al momento de agacharme y otro cadáver más cayó al suelo.

Estando agachado observé el interior del hospital, la doctora estaba guiando a más personas a la cafetería, algunas de ellas iban en camillas o estaban heridas, debíamos darle un poco más de tiempo para que todos pudieran salvarse.

—Esto se acabó. Debemos entrar, —señaló el general a la entrada del refugio, los night skin estaban empezando a entrar por los espacios que habían logrado hacer al empujar con tanta fuerza—. Sí esa puerta cede todos vamos a morir.

—No con las luces, hay que hacer tiempo. La doctora está llevando a más personas a la cafetería.

El general volteó y dejó salir un bufido de enojo.

—Más vale que sepas usar esa espadita tuya. Porque esto se va a poner feo.

Los afectados entraban con más frecuencia y en mayor cantidad, el miedo no era una opción para este momento, debíamos plantar firmemente los pies en la tierra y resistir solo un poco más.

Un disparo, un corte, luego otro y otro... seguían llegando infectados por montones, era una cantidad exagerada de night skin que parecía no tener fin, ni siquiera en Los Ángeles vimos tantos como aquí.

—¡Luces del subterráneo listas! —informó Francis por la radio.

—¡La cafetería está asegurada general! Solo falta usted. —Dijo el capitán con disparos de fondo.

—¡Ya escucharon señores, es hora de...!

Las palabras del general se vieron interrumpidas por un ruido muy fuerte, sonó como una barra de metal rompiéndose. Ambos observamos la entrada... el sistema hidráulico no aguantaba más, estaba tan sobre forzado que simplemente las mangueras reventaron y las puertas se abrieron de par en par dejando entrar al ejército de corredores.

—¡Resguárdense ahora!

El general soltó su radio, por un momento pensé que las piernas no me responderían para nada, más solo bastó desconectar mi mente de mis demás sentidos y razonamientos dejando al instinto de supervivencia tomar el mando de mi cuerpo.

Ambos dimos media vuelta corriendo sobre los cadáveres que dejamos en el suelo. Los rugidos jadeos y aullidos de esas cosas en coro nos ensordecían al punto de hacer que nos quisiéramos detener a bloquear el sonido con nuestras manos; de reojo, observamos a los soldados una última vez cubriéndose entre si en la retirada antes de entrar al edificio.

La adrenalina de ese momento inundaba nuestras venas con una velocidad tremenda. Al doblar en el pasillo y escuchar el tumulto tratando de abrirse paso entre las puertas de cristal que no duraron mucho antes de romperse.

Las luces del otro lado de la cafetería ya estaban encendidas, el olor a carne quemada, y gritos de agonía me lo decía. Dorian estaba esperando junto a la pared, donde había colocado un reflector de gran potencia que si se encendía ahora, nos quemaría las retinas en un instante.

—¡Deslícense! —gritó Colby al apuntar su arma, así como el capitán y otros soldados—. ¡Ahora, cierren los ojos!

Acatamos la indicación, nos dejamos ir al suelo para deslizarnos por el impulso de nuestra velocidad; cerramos los ojos, sintiendo la luz ultravioleta irradiarnos por la potencia y la cercanía con esta. Gemidos, gritos y disparos se oyeron.

Al abrir los ojos de nuevo ya estábamos estáticos. Desde el suelo observé a aquellos monstruos encenderse como antorchas; su piel se reventaba, les salían ampollas, se desollaban mientras el fuego se propagaba muy rápidamente en sus cuerpos, ya las balas solo los remataban mientras sus vísceras reventaban de sus tórax, sus globos oculares explotaban.

Ya podíamos respirar y ver que nos deparaba esta noche tormentosa...

(...)

Los aullidos no cesaban, era algo similar a la tortura pues no podíamos estar dormidos por más de unos cuantos minutos antes de que los infectados nos despertaran. En medio de la oscuridad lo único que había de luz eran las luces negras que mantenían a raya a los infectados, que al tratar de pasar solo se terminaban chamuscando un poco más.

Solo nos quedaba seguir aquí hasta la mañana siguiente, y esperar a que nada nos sorprendiera de nuevo.

(...)

Dr. Newman

Los rayos del sol nos iluminaban dejándonos algo cegados por la mala noche que habíamos vivido. Éramos cuidadosos al caminar, no podíamos dar un paso sin pasar encima de algún cuerpo.

Todo se veía tranquilo, solo el sol saliendo a ahuyentar a los infectados, mientras los vivos salíamos del hospital lentamente, sin poder creer la suerte que habíamos tenido de haber sobrevivido a aquella invasión nocturna, lo que me hacía darme cuenta de que habíamos vivido demasiado bien hasta ahora, sin mancharnos las manos de sangre o esforzarnos para sobrevivir como lo hacían otras personas.

Al ver a Jacob y su grupo, pensaba en todas las calamidades que tuvieron que pasar para llegar hasta aquí. Ellos eran nuestros salvadores y no solo eso, la sangre del niño era la salvación del mundo. Esta maña me llenaba de esperanza y jubilo, por fin podría corregir mi gravísimo error, pero todo eso solo era cuestión de tiempo, y de mantenerme firma hasta que encontrara la cura.

(Les hago espoiler de una vez, el proximo capitulo se llamará Sueño 8: Invierno)

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora