24: El final (I)

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Jacob

Las calles que rodeaban la construcción estaban llenas de cadáveres de infectados recientes, los vehículos que obstruían el paso hasta la entrada del esqueleto de acero y concreto del edifico habían sido apartados del camino, dejándolos a ambos lados de la calle como un corredor tan evidente, que hasta un hombre ciego se podría haber dado cuenta de ello.

—Todavía están a tiempo para dar la vuelta —comenté sin quitar la vista de la cima de la construcción, cual empezaba a bloquear una parte del sol al acercarnos.

—Trampa o no, nos quedamos —alegó Dorian.

—Me pregunto, qué clase de sitio hubiese sido este en caso de ser terminado —comentó Éricka.

—Unas oficinas quizá.

—Yo digo que un centro comercial —seguí el hilo de la conversación.

—Eso sería absurdo, es demasiado grande.

—Lo sé, pero estamos a punto de morir, no hay que hacerlos siendo un par de amargados.

—Ese es un buen punto. Éricka... ¿Segura que esto de la sangre y el olor funcionará?

—Demasiado bien —contestó algo asqueada mientras observaba el chaleco de Dorian con sangre y unos pequeños trozos de carne—. Esto me salvo de los night skin, funcionará con cualquier otro infectado.

Una lona colgada entre dos postes al final de la calle nos daba la bienvenida escrita con la sangre de infectados, incluso algunos se encontraban colgados con las viseras de fuera mientras todavía continuaban moviéndose.

—Este tipo se está esforzando demasiado —comentó Dorian.

—Se cree una diva —secundó Éricka.

—Esa excentricidad solo esconde lo peor. Su maldita locura —dije algo enojado.

El sonido de unos parlantes con estática rompió el silencio espectral del lugar, era tan molesto que Dorian le disparó a uno de ellos reventando las bocinas, sin embargo, quedaban más de estos por toda la construcción.

—Creí haberte dicho que vinieras solo, muchacho —dijo el infeliz a través de los parlantes.

—¡Me creíste tan tonto? —contesté con sarcasmo.

—No importa, mientras más de ustedes habrá más diversión. —Su risa comenzó a irritarme luego de que terminó de hablar, mientras tanto, algunos de sus hombres comenzaron a salir de detrás de las vigas, de coberturas o pilas de bloques de concreto usando armas y mascaras—. Seguro pensabas que esto era una trampa, pero no era así, más bien es un gran cuadrilátero.

—¡Cállate ya maldito idiota y déjate ver! —gritó Dorian.

—Con que esas tenemos, quieren morir rápido... quien soy yo para negárselos, maten a los otros dos, pueden herir al muchacho, pero no matarlo, él es solo mío.

—Dorian, eres un idiota —dijo Éricka con algo de temor en su voz al observar como esos sujetos empezaban a salir de sus escondites, andando hacia nosotros entre risas, y cada vez parecían salir más de ellos.

Un tipo de mascara de calavera azul apareció sobre el segundo piso de la edificación sosteniendo un rifle de alto calibre en sus manos, apunto con el rifle encendiendo un apuntador laser el cual podía ver avanzar por el suelo hasta sobre el chaleco de Dorian, antes de que él disparase, empujé a mi hermano contra un montón de bloques de concreto en el cual se cubrió luego de que el disparo se impactara en el piso lleno de polvo.

—¡Que la diversión comience! —gritó por los parlantes.

Algunos de sus hombres corrieron con sus armas blancas en mano, que consistían en cuchillos, machetes, tuberías y cualquier objeto contundente o cortante que pudiesen encontrar, a su vez, algunos de los infelices armados abrieron fuego contra Éricka, así que la cubrí con mi cuerpo el cual aquellos bastardos evitaron darle a por miedo a lo que su jefe les haría si llegaban a matarme.

—Esto se puso feo muy pronto, que bueno que dejamos a Carter con Francis —dijo Éricka con nerviosismo. Tomó una flecha del carcaj en su espalda, cargándola en la ballesta.

—Feo, es horrible —secundó Dorian.

—Vamos a salir de esto —dije con un tono de optimismo a tomar una flecha explosiva de mi carcaj—. Prepárense a disparar.

Salí de la cobertura rápidamente apuntando la flecha no al montón de mastodontes que se venían contra nosotros, apunté un poco más arriba, a donde estaban los tiradores, quienes en este momento eran la mayor amenaza.

Un disparo que rozó mi hombro me hizo desviar el tiro, hacia la izquierda, la flecha impactó, consumiendo con llamas a unos de los tiradores, mientras la estructura temblaba, y algunos escombros de concreto y polvo salieron al aire disminuyendo la visibilidad, nuestra oportunidad para comenzar a avanzar, mientras los demás se encargaban de atraer a tantos infectados como pudiesen.

—¡Rassmusen y los demás están tardando demasiado! —gritó Dorian al cubrirse luego de haber abierto fuego contra aquellos bastardos.

—¿Qué tan difícil es atraer infectados? —preguntó Éricka.

El sonido de un motor que iba a toda velocidad nos llegó al instante, junto con el fuerte sonido de la bocina de este, dentro de la cabina, se encontraban Rassmusen y Rachel, haciendo señas para que nos apartáramos del camino, detrás de ellos se podía observar una gran multitud de ferals.

Los infectados encolerizados corrían a toda velocidad para tratar de alcanzar al camión de aproximadamente diez toneladas que iba tan veloz como una bala. Cuando este se encontró a unos metros de distancia corrimos para cambiar de cobertura, cuando el camión colisionó destrozando el montón de bloques, cosa que ocasión que el camión se volcara, pero no sin que antes Rachel y Rassmusen saltaran de este para evitar quedar atrapados en el interior de la cabina.

La mole de metal continuó avanzando, pasando por encima de algunos de los seguidores de Wendigo, dejando sus cuerpos molidos por el camino en forma de una mancha continua de sangre, carne y huesos molidos, hasta que se detuvo unos diez metros después levantando tanto polvo que la visibilidad disminuyó drásticamente, entonces, los aullidos de los infectados enardecidos comenzaron a escucharse desde todas partes, invadiendo la antes quietud de la construcción.

—¡Jacob, es hora de ir arriba! —gritó Rassmusen entre la nube de polvo—. ¡Espero que tengan puesta la sangre!

—¡Vamos! —contesté desenfundando mi espada.

Antes de salir a la nube de polvo a correr entre los infectados, me despedí de mis hermanos con un abrazo muy fuerte en caso de no salir con vida de ese edificio, ambos devolvieron el abrazo rápidamente sin decir una sola palabra, ellos también estaban listos para morir de ser necesario, con tal de detener a ese psicópata.

Corrí hasta donde estaba Rassmusen, los infectados ya estaban pasando a nuestros lados sin siquiera prestarnos la más mínima de las atenciones, pues nuestro olor era el mismo que el de ellos.

—No hay tiempo que perder —dijo el entre un poco de tos que le provocó el olor del polvo que no tardaría mucho en asentarse, quitando así nuestra cobertura perfecta.

Corrimos a la par con los infectados que ya estaban empezando a superar a los que estaban al nivel del suelo, abalanzándose sobre ellos en grupos de hasta cinco por cada uno, sus gritos de desesperación y gorjeos acuosos por la sangre nos lo dieron a conocer, incluso algunos de ellos cayeron delante de nosotros a merced de los infectados sin poner mucha resistencia al ser demasiados para ellos.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora